Jorge Luis Arcos: Epístola a Enrique Saínz (o de las conversiones imaginarias)

Autores | Memoria | 5 de octubre de 2014

1

Amigo, ahora que he llegado al tiempo de las conversiones imaginarias

de los sueños más turbios, puedo dejar a un lado las pavesas del odio y los fantasmas… de la esperanza

Porque este ¿no es el tiempo de las postrimerías?

Tiempos de desprecio, como los llamó Tertuliano, citaba la sibila de Málaga

Ahora que los sentidos se vuelven retrospectivos, puedo invocarte a ti

antigua Diosa Blanca, y abandonarme a las confesiones que dicta el tedio

el sudor legendario, como un derrotado Edipo o Virgilio agonizante

con la paz del escriba, un oscuro cronista o soñador ancestral añorando la sombra de… los mangos en flor

Lo primero, el país de marras, la inconcebible ínsula de mi orfandad

Yo tuve un amigo que se leyó a Nietzsche y se volvió loco como John Nach, el… Emperador de la Antártida

¿Se puede leer a Nietzsche, con impunidad, en la juventud? Yo nací en una isla

Nietzsche es otra isla. El me enseñó el valor de la lejanía, el puentecito roto, la …montaña distante, el eterno retorno

¿Cómo oír a Bach y, a la vez, sentir los golpes dionisíacos en el piano?

Gritar: Ariadna, te amo. Y firmar: El Crucificado

Ah, el amor como un límite, un umbral, un imposible

Y su nombre llagado. Y Nietzsche, su seudónimo

Yo nací en una isla

Y guardaba caracoles en cajitas de nieve. Ah, los perversos tesoros

las reliquias hurañas, laberintos callados. Toda la Vía Láctea

Caracoles o estrellas. Yo quise ser astrónomo y náufrago y cruzado

La realidad, grosera. La amistad, clandestina. El afuera, indecible

(Me perdieron los juguetes. Me expulsaron del jardín)

Yo nací en una isla

Siempre fui el exiliado, el loco, el amante imposible

El que miraba ávido los grabados de Gustavo Doré en La Divina Comedia

Sentí tan feo el mundo, mi mundo, mi ínsula siniestra

Nunca fuiste mi patria, ¿cómo hay patria sin Madre?

Siempre fui el exiliado, siempre quise el regreso

Alguna vez escribí con la angustiosa melancolía de la juventud:

Las despedidas son tan provisorias que el tiempo las devuelve estremecidas

Pero: Y tú le respondiste así porquerizo Eumeo

Y repetía las palabras sagradas como una cantinela solitaria.

Luego añoré los Reyes, los tristes Reyes Magos. La estrellita allá lejos

El niño en el pesebre. El vaho de las bestias. Y el alma en el establo

Era la Noche de Reyes, mi noche, mi secreto

Pero

había que caer, de nuevo, sin amparo. Todo roto y lejano

(Me echaron de la fiesta. Me rompieron el corazón)

Y nacer, ¿renacer?: El pecado sin culpa, eterna pena…

Yo nací en una isla

Pero entonces, amigo, ¿cómo volver a nacer en otra patria oscura?

La antigua noche obscura, la patria que anhelaron Juan Clemente y Casal

Dos patrias tengo yo…, dijo el náufrago de la playita de Cajobabo

Entonces yo buscaba algún rostro, otro tacto, alguna certidumbre

algo desconocido, las figuras danzantes en el fondo del lago

Y lanzaba piedras al mar, al mausoleo oscuro, buscando una respuesta suya

No sabía entonces que si nada se busca, la ofrenda será imprevisible, ilimitada

Pero allí estabas tú, Diosa Triple, terrible, Medusa inolvidable

No entendí tus lecciones. Y buscaba en los rostros, en los rostros amados

un aviso, algún signo, un lenguaje lejano: la palabra perdida, la realidad sin nombre

(sin piedad, sin pecado). Ah, las irisaciones de esos rostros varados, su indefinible… angustia

el sexo originario, un puente que borrara la atroz separación, el dualismo malvado

Ni ángel ni demonio ¿Polo Febo y Celestina? Uno solo. Algo así

Yo nací en una isla ¿Qué buscabas, María, en esta isla extraña?

Te recordaba a Málaga, a tu padre con su traje blanco de alpaca. Ah, María

si esta era tu patria prenatal, tu infancia, tu secreto y tu carnal apego

para mí era el infierno, las praderas malditas con un Sol en el centro

la luz que borraba los rostros, que difuminaba los secretos

el sitio de la expulsión, el lugar del naufragio, la pérdida, la pérdida

Amigo, tú siempre lo supiste. Es el infierno, claro. La región de los hijos

Los hijos de la noche. Y los hijos nonatos. La eterna sensación, el procaz desamparo

Todo partido, roto. Y la gota de láudano. Las velas que se apagan. Es el infierno, claro

Después, las tentaciones ¿Hay un infierno claro? La vida es un ensayo. Tú lo supiste siempre

Las dendritas rodeándote. La amarga circunstancia. El país tan lejano

Profanar los umbrales. Padecer los insomnios. Hacer sufrir al prójimo

Y mirar allá lejos, lo incomprensible, huraño. Entrar al parque oculto

El fiel pistoletazo. El delirio en la sien. Y la boca del pez

Las hojas del otoño cayendo lentamente como un manto sagrado

Mas ¿qué estoy escribiendo, amada víctima? Todo rugoso, mudo

Y los dientes de perro. Tal vez. Y sin embargo

hay un espejo claro. Los ojos de tu perro como estrellas remotas

Tal vez. Yo nací en una isla. Muy cerca de las líneas

de los bordes. Hijo mío, ¿adónde te escondiste que te busco

llorando? ¿Hay islas de perdón? ¿En Solaris? Despacio

muy despacio miro las conversiones, los duros simulacros

(Qué pobre es el Poder. Patético el Tirano). Hay una fuente

absorta en el centro del patio. Allí toda la música y el esplendor

manando en el silencio puro un alfabeto claro

Allí el Buda perfecto. Allí el silencio. Amigo

¿no podremos volver a la fuente secreta?

(Alánimo, alánimo, la fuente se rompió)

Yo nací en una isla. Una isla en el amnios

Tú lo sabías, Raúl. Porque estamos de paso: luciérnaga, cocuyo, rayo verde

eterno minotauro mirando las estrellas. No hay un infierno claro

Dragonflay. En la noche (y toda noche es sombría)

se dibuja un eclipse. Quedarse allí, soñando

rodeados por el mar y la noche y tu mano

Tu mano como un bosque. Tu sexo como un prado

Mirar las luces, lejos. Y dormirme en tu mano

como una hojita seca, peonía, cilantro

Pero…

Yo nací en una isla

Y no hay un infierno claro

Nos quedan los recuerdos como fábulas, las canciones

como reinos hechizados y aquellos y aquellos ojos verdes

serenos como un lago, los instantes perdidos y todas las visiones

el inaudito tacto, la música lejana, los olores extraños y al fondo

en lo imposible un sabor legendario

Yo nací en una isla

No puedo imaginarlo

2

y rezaba contrito pater y ave maría

Rubén Darío

Amigo, ¿cuándo fue que llegaron los caballeros sombríos

oscuros emisarios de otra noche, otra isla, otra patria posible?

¿Cuándo fue que llegaron? No sé. Eran como la noche

la noche de mis pánicos. La uña que se hincaba en la sábana tersa

(debajo, yo, contrito, con mi linterna fría) Eran los muñecones

los payasos frenéticos, con sus botas enormes enfangándolo todo

(Trompoloco, Bob Gray o Pennywise el Payaso) No podía escribir. No podía escribir

Tenían de peleles, de espectros, de gusanos

Como los vió Lorenzo en su noche increíble

Pero siempre el manotazo de plomo, dijiste tú, Lezama, melancólicamente

Seres hay de montaña, seres de valle

y seres de pantanos y lodazales

Escribió el hombrecito del abrigo enorme

No sé, pero en mi noche, en mi alberca secreta

la noche de las noches de la playa vacía

ellos no prosperaban. Y podía escribir

recoger caracoles, imaginar el mundo de otro modo

más vasto, apagar la linterna y descorrer la sábana

sentir las losas frías, el rumor de las páginas

como olas, y el sexo tibio, oscuro de la noche

a mi lado. Otra isla, otro tacto, como un claro en el bosque

la fogata en el centro, los planetas girando

como un escalofrío. Y toda la duermevela

de tus ojos temblando como un borde imposible

como una oscura esencia. Ah, qué vastas comarcas

descubría a tu lado, las regiones minadas

de una turbia belleza. Era el golfo de las visitaciones

de las conversiones imaginarias. Y eras el pobre

el forastero, el poeta, el orate. Toda la marginalia

(alcohol y marihuana y un extraño esplendor

en todos los espejos)

Amigo, de nuevo el mundo estaba

amargo y dividido. La realidad grosera, la profecía errante

la luz dudosa, inane. Infantil la esperanza, y la bestia en el centro

usurpando el espacio de toda iniciación

Qué tienen los paisajes que no orean el alma. Su entusiasmo

es tan breve, su inocencia tan parca

Amigo, los paisajes

desconfuertan el alma: el vínculo extraviado, la plenitud

perdida, olvidada su espuma, su color desvaído. Y una ansiedad

suicida y un extraño rocío traspasándolo todo. No sé

tal vez, quién sabe. Hay dos razas, dos noches, dos islas

enemigas. El antiguo linaje de Caín y de Abel. Y

We only live, only suspire

Consumed by either fire or fire

Pero

como también dijo el Profeta: The end is where we start from

3

(…y entonces busqué en el otro, en las simas del sexo, borrar mi rostro huraño, solitario, cansado. Trasvasarse en lo otro, la belleza inaudita. Buscar un tacto, un nudo. Algo cerrado y duro. La mano que se extiende, la mirada anhelante, la música lejana, un olor clandestino, un sabor legendario. En la eterna muchacha del púrpura opulento un cuenco de rocío, una espuma secreta. Ay, légamo, había que mezclar el estar con el ser. Y volver a nacer: piedra palma, otro río. Algo mudo, vacío. Punto oscuro, imposible. Y la hoguera en el centro…)

4

y a Miguel Ángel Castro Machado

Amigo, las terrazas siguen inalterables. En las montañas de Baracoa

no pasa el tiempo. Alguien no ha desembarcado nunca en esas costas

La isla sólo existe en la imaginación. Sólo hay pulsaciones

El ahora no existe. Ni el antes ni el después. El principio y el fin

¿no son lo mismo? Somos como una esquirla del caos sagrado

No podemos verte el rostro porque todo es tu Rostro

Esa muchacha agonizante, ese volcán altivo, esa estrella remota

ese bote maltrecho, esas carabelas en el alba, esa cruz despedazada

el Hurakán, el Cemí, todos los idolillos, las pictografías, las cerámicas

los areítos, el humo azul del tabaco, y más, la isla desierta, y más, la víspera de la isla

del planeta, del Sol, de la Vía Láctea, de tus ojos desollados y bellos

carrusel, tiovivo, laberinto, espiral, y los caracoles en cajitas de nieve

Silencio. Lo trivial es todo. ¿Para qué existen las trivialidades en la vida?

se pregunta el monje lúcido. Y el biznieto de Nietzsche le responde:

“Sólo intimamos con la vida cuando decimos –de todo corazón– una trivialidad”

Tengo que regresar las polymitas a su origen sagrado. Y el nácar de las siguas

de mi bastón, y su madera preciosa. Hasta la china pelona de la playita de Cajobabo

Y estas ropas, estos cueros, estos minerales increíbles. Todo es nada. Todo

como una música increíble, como una lluvia de mazorcas de oro. Como tú

5

Dice Bolichán: la vida es así…

Matamoros

Pero, amigo, aquí abajo, en la selva inaudita

la cerrada tiniebla sobre la isla última

el cielo desplomándose como una profecía

las sombras que conversan en el páramo frío

y nosotros boqueando en la noche sombría

recordando la escoria, los fantasmas sagrados

los libros, las fogatas, las ruinas melancólicas

las versiones del tedio y los rostros amados

y el ocio como un cielo, la música inaudible

la fuente como un chorro de esplendor imposible

la luz muriendo avara y la casa vacía

y nosotros mirando la soledad final

6

¿Tan solo los instantes compensan el camino? ¿Todo se pierde

todo, también esos instantes? ¿Por eso los soñamos?

Yo nací en una isla

Había una vez…

No puedo

No puedo imaginarlo

enero, 2003