«Luego de mi último post, sobre la amistad interrumpida entre Lino Novás Calvo y José Antonio Portuondo, me escriben Jorge Luis Arcos y Cira Romero, con una objeción similar. Ambos sostienen que la máxima responsabilidad en la exclusión de Lino Novás Calvo y otros escritores republicanos o exiliados, como Gastón Baquero, Lorenzo García Vega, Guillermo Cabrera Infante, Nivaria Tejera, Severo Sarduy o Calvert Casey, del Diccionario de la Literatura Cubana (1980-84), elaborado por el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, no recae en Portuondo sino en Mirta Aguirre». Para seguir leyendo…
1 comentario
Ric | 20/11/2015 - 07:11:30
Quizás Rojas no lo sabe porque es mucho más joven, pero si alguna palabra definió la carrera de Portuondo fue «cautela», aunque los más osados dirían «cobardìa». Sea lo que fuera, Portuondo ansió durante años el puesto diplomático en París que nunca se le dio, pero finalmente lo premiaron con el del Vaticano tras años de lidiar de una manera más diplomática y supuestamente no oficialista con escritores problemáticos. Portuondo fue el organizador y ejecutor (no creador) de la cacería de brujas en el caso Padilla y trató de pasar la mano a muchos de sus contactos en el exterior. Portuondo era simpático, sofisticado y caía bien, pero sabía q lo consideraban un gran burgués en el fondo. Y, especialmente, le tenía ABSOLUTO PAVOR, pánico temblequeante a Mirta Aguirre, porque sabía muy bien lo mala que era y q en cualquier momento lo podía destruir. Mirta era la peor de todo ese grupo y podía asestar golpes estalinianos bajos y en tinieblas.
Quizás Rojas no lo sabe porque es mucho más joven, pero si alguna palabra definió la carrera de Portuondo fue «cautela», aunque los más osados dirían «cobardìa». Sea lo que fuera, Portuondo ansió durante años el puesto diplomático en París que nunca se le dio, pero finalmente lo premiaron con el del Vaticano tras años de lidiar de una manera más diplomática y supuestamente no oficialista con escritores problemáticos. Portuondo fue el organizador y ejecutor (no creador) de la cacería de brujas en el caso Padilla y trató de pasar la mano a muchos de sus contactos en el exterior. Portuondo era simpático, sofisticado y caía bien, pero sabía q lo consideraban un gran burgués en el fondo. Y, especialmente, le tenía ABSOLUTO PAVOR, pánico temblequeante a Mirta Aguirre, porque sabía muy bien lo mala que era y q en cualquier momento lo podía destruir. Mirta era la peor de todo ese grupo y podía asestar golpes estalinianos bajos y en tinieblas.