Rafael Alcides: Esa cosa amorfa llamada ‘masa’
En las primeras elecciones del socialismo cubano, un viejo dirigente comunista llamaba aparte a los electores de su barriada y les indicaba por cuál candidato votar. Provocador, como teníamos confianza, le dije: “¿No quedamos en que las masas deciden?” “Sí, pero hay que orientarlas”, me contestó él con picardía de entendidos mientras detenía al siguiente elector para instruirlo.
Digo picardía de entendidos, porque aquel dirigente entendía que yo a aquellas alturas debía saber de sobra que los ornamentos de la democracia en el socialismo eran farsa, utilería. Totalitario al fin, si algo teme el Estado socialista es a que la ciudadanía –“la masa”, como la llaman quienes “la orientan”– pueda pensar. De ahí su miedo de toda la vida al artista, al intelectual, aun a aquellos que pareciera honrar con sus flores de papel. Y su miedo al individuo, al solitario. En Cuba, para vigilarlo mejor, y además convertirlo en “masa”, hizo de repente cooperativista del campesino al que le había dado dos caballerías de tierra y lo puso a vivir siempre que pudo en comunidades de casas donde pegados ventana con ventana pudieran observarse y oírse mejor.
Claro está, era un miedo que exigía no parecerlo. Aprovechándose de las circunstancias políticas del momento (son los meses posteriores a la invasión por Girón), se elaboran a la carrera los comprimidos “Dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución nada”, con cierto sabor patriótico por fuera y mucha medicina soviética adentro.
Aunque al parecer elaborados para uso de los intelectuales, han sido comprimidos de aplicación diaria en la vida de la masa. Obsérvenseles cuando, argumentando que “el enemigo escucha”, se le prohíbe al cubano hablar como no sea para elogiar a la revolución. O cuando, sin consultarle, el gobierno declara guerras en las que participará el país con decenas de miles de hombres o como cuando ahora mismo hace las paces con el enemigo del minuto anterior, según el sorpresivo anuncio de Raúl el 17 de diciembre del año pasado.
Ahora bien, después de este anuncio, que el pueblo ha saludado con emoción, dichos comprimidos han perdido vigencia. O cabría pensarlo. Mas, la lógica y las razones del Estado socialista suelen no coincidir. Sigue la prensa del exterior (la del país nunca habla de eso) mencionando nuevas detenciones, mencionando operativos frente a las casas a fin de que la disidencia no pueda asistir a determinados actos contestatarios, y dando nombres de disidentes a los cuales se le ha retenido el pasaporte o no se les ha habilitado de nuevo, temiéndose con razón que pretendan devolverlos a su antigua condición de presos en la calle.
Pero, ¿por qué? Cuando al fin, hará cosa de dos años, los dejaron salir del país, el gobierno no se cayó. Luego entonces, ¿por qué este paso atrás?, ¿y además, por qué ahora, en este momento, cuando ya no podría seguirse invocando el socorrido y cansón sonsonete de la plaza sitiada? ¿Es que existen en el país dos gobiernos, o dos corrientes de gobierno coexisten alternándose de domingo en domingo o, acaso, por qué no, un gobierno de día y otro de noche, como los dioscuros?
No somos tan helénicos, aunque todo puede suceder en un gobierno lleno de secretos.
En todo caso, haga por ahora el gobierno lo que haga, los días de esa cosa amorfa, sin cabeza ni ojos, que en privado los dirigentes del gobierno suelen llamar “masa”, están en sus finales. Y con ellos, los mítines de repudio, las detenciones, los atropellos a las Damas de Blanco y cuanta forma de represión ha sido hasta hoy práctica común del gobierno.
Pues con la ratificación de los Pactos de la ONU –acto sin el cual como precondición para los Acuerdos anunciados el 17 de diciembre de 2014 Obama se habría convertido en un súper generoso papá Noel de Raúl Castro–, entrarán los disidentes, al fin, por fin, en posesión de los derechos que le permitirán dedicarse sin interferencias del gobierno a la organización de partidos políticos y del conjunto sociedades, colegios profesionales e instituciones todas imprescindibles en una sociedad civil democrática. ¿Por qué? Porque en esa capsulita que son los Pactos –razón por la cual el gobierno no los ha querido ratificar– está contenido todo cuanto se necesita para articular una democracia donde el ciudadano pueda entrar en un colegio electoral y votar con decencia, sin que lo “orienten”.
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Publicación fuente ‘Cubanet’, 2015. Se publica con permiso del autor.
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