Ahora que Leonardo Padura parece haberse convertido en la plañidera oficial de la pérdida de los buenos tiempos de la revolución cubana, recordando lo bien que se vivía en los ochenta y minimizando las atrocidades de la UMAP, vale la pena recordar un poco cómo era la historia cotidiana del individuo que existía envuelto en la narrativa épica de la Historia. Cuando todo lo que se escribía era con mayúscula y las definiciones no aceptaban matices. Para seguir leyendo…
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