Cantantes, actores, pintores “del exilio” –ahora rebautizado como “diáspora”– viajan a la isla a dar conciertos, a participar en funciones teatrales, en películas o en exposiciones personales, colectivas, bienales, ferias, etc. Los escritores publican y presentan sus libros en la fortaleza de la Cabaña, a la sombra del Foso de los Laureles como si nada. Aclaremos que no todos. Algunos de allá no pueden salir, no se lo permiten o están en la cárcel. A algunos de aquí, aunque se humillan al máximo, no los dejan entrar, los tienen castigados. Unos pocos se acuerdan todavía de que son exiliados y siguen envejeciendo aferrados a una postura que los demás miran con desprecio y cierta lástima: Son fósiles en extinción, reliquias del pasado. Para seguir leyendo…
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