«Todas estas señales parecen indicar el surgimiento de una nueva clase de artistas en la cultura cubana. Residentes fuera o dentro del país, gozan de solvencia económica suficiente como para no depender del régimen, cuentan en su mayoría con otra nacionalidad que los ampara y, no obstante, se comportan como si ninguna lección de libertad extrajeran de esas ventajas. Defienden sus privilegios económicos por encima de la suerte de cualquiera, incluso (como puede verse en el caso de Padura) por encima de su propio trabajo. Llevan sus cuadros a Cuba o publican allí sus libros en beneficio de la gente que lee y asiste a las exposiciones, no para congraciarse con el régimen. Al menos, eso dicen. Sin embargo, la falta de escrúpulos no tarda en hacerlos cómplices de las autoridades, y con sus silencios garantizan la buena marcha de la censura y de la represión. Son figurantes y protagonistas de unas fiestas del arte donde, en el fondo, machacan siempre a alguien.» Para seguir leyendo…
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