Alfredo Triff: El genio humorístico de Alejandro Aguilera
Si algo bueno puede ofrecer Facebook es asomarnos al trabajo de un buen artista. Es así como he descubierto otro lado de Alejandro Aguilera. No hablo de Aguilera el conocido escultor cubano / americano. Antes de llegar a ese otro lado quisiera examinar el dibujo de Aguilera. Es de esperar que un buen escultor tenga un sentido «escultórico» del dibujo.
(Los tres dibujos que siguen tomados de la exhibición «Black Drawings, About the Modern Spirit» de 2012).
¿Por qué el dibujo? Es el trazo primario del arte, sea pincelada, viruta o pedimento. Cada elemento material es un dibujo intelectivo implícito.
Aguilera ha desarrollado una técnica de dibujo muy original, de impronta modernista, particularmente futurista/vorticista, casi tridimensional, muy gráfica, permeada de rigor historicista.
Honor a las influencias: el trazo del Picasso postcubista (muy en el estilo de Dominique Ingres), la poética de los muralistas mexicanos, la marca sardónica de un dadaísta como Otto Dix. Está también la marca del diseño gráfico comercial de entreguerras del siglo XX.
Hasta aquí destaco al dibujante original para comentar otro lado menos conocido: el Aguilera humorista.
Abajo tenemos un limpiador de alfombras que no se percata (no puede) que el calentamiento global lo incluye. Es lo que el ensayista Timothy Morton ha llamado «hiper-objeto«, omnímodo que lo «aspira» todo (incluso la aspiradora que contribuye al calentamiento).
Aguilera le da duro al humor social y político. Presento algunos ejemplos:
La casa de modas populistas que es el chavismo,
Las intrigas del vaticano y el Papa Francisco (a la usanza de el dibujo cáustico de Dix).
La fuga fantástica del «chapo» Guzmám (con bandera mexicana incluída en la carreta de construcción).
Trump como algún felino familiar de Looney Toons.
La realidad constante del balsero que nos toca (sea en el estrecho de la Florida o cruzando la frontera). En un futuro casi inmediato serán recogidos por Carnival Cruises y devueltos a la Habana.
Poco a poco realizamos que Aguilera puede jugar al humor del ilustrador maduro. Por ejemplo, el destape racista del sur de Estados Unidos, ahora como obra didáctica teatral. Pero también al revés, como el juzgado de la corrección política milenarista de moda. ¿Activistas en el yunque?
O el león Cecil, el felino célebre cazado por el dentista americano Walter Palmer, en el cielo con angelitos negros (novedad que le ha dado la vuelta al mundo).
O este «Monumento a los huesos», más codificado, elegante y cerebral.
No bromeo, Aguilera pudiera encontrar empleo en una revista de la categoría de The New Yorker (contra todos los pronósticos advierto que el género que nos toca discutir aquí no desaparecerá por el momento).
Lo he conversado con el artista. Es hora de una exhibición de ese otro lado prometedor de Aguilera.
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Publicación fuente ‘TuMiamiBlog’, 2015
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