La ambigüedad del resultado es lo que vuelve tan peculiar la experiencia de estar en Cuba. Porque uno se encuentra con un mundo en el que muchas cosas han cambiado en teoría, pero en la práctica, casi todo permanece igual. Pueden verse los mismos afiches revolucionarios de hace veinte y treinta años, mientras internet es casi inexistente en lugares públicos y, donde hay –cosa que sucede casi exclusivamente en un puñado de los hoteles más costosos de La Habana (aunque se dice que en el centro de la capital hay algunos puntos con Wi-Fi caro)–, está fuera del presupuesto de todos, excepto de una pequeña minoría de ciudadanos. Más allá, la situación política se ha congelado en términos generales. Para seguir leyendo…
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