Me pusieron a trabajar en la nevera de Alan Gross cuando todavía estaba preso, ¡aquello parecía una fábula! No me explico por qué perdió los dientes, y bajó de peso. Jamones, helados, quesos, carnes, bebidas de toda clase, el tipo comía a la carta, y yo también, aunque los oficiales nos gritaban que no podíamos tocar nada, yo me harté de lo lindo. Los otros presos me decían: ¡Estás loco… te vas a escachar…! Y le contestaba: No me importa, ¿qué me van a hacer? ¿Meterme preso? Para seguir leyendo…
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