Ni el que debía ser el mejor servicio de inteligencia del mundo, ni el joven Presidente, tenían la menor idea de que Cuba estaba por convertirse en un tema de mucho mayor interés para el gobierno de Kennedy. En la Unión Soviética, las autoridades estaban cargando 85 barcos con bombarderos, misiles y ojivas nucleares, que convertirían de repente a una isla de gobierno comunista y abrumada económicamente, que hasta ese momento era sólo una piedra en el zapato para Estados Unidos, en una base de misiles nucleares capaces de arrasar cualquier ciudad estadounidense entre Dallas y Washington DC. Para seguir leyendo…
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