Jorge Edwards: La influencia de Fidel Castro ha sido desastrosa para América Latina
No es un secreto que Fidel Castro, el líder de la revolución cubana, nunca fue santo de la devoción del escritor chileno Jorge Edwards, uno de los primeros críticos del régimen castrista con su libro “Persona non grata”.
Edwards pasó tres meses en La Habana en 1971 para abrir la embajada de Chile, el primer país que restableció lazos diplomáticos con el régimen de Fidel Castro, fallecido hace una semana a los 90 años.
“Fidel fue nefasto para América Latina”, dice desde el salón de su casa en el centro de Santiago el premio Cervantes 2000, quien a sus 85 años mantiene una memoria y una vitalidad envidiables.
“Fue un nacionalista cubano antiamericano, que reemplazó una dictadura, la de (Fulgencio) Batista, por la suya” y que se hizo “comunista porque se podía mantener en el poder, no porque creyera nada”.
“Ese tipo de revolución pequeña con un ingrediente militar fuerte lo inaugura Fidel en el siglo XX” y “consolidó su poder a base de un sistema policial extraordinario”, dice el escritor que mantuvo dos largos encuentros con el padre de la revolución cubana durante su estancia en La Habana.
Para Edwards “Fidel tenía un ego enorme, muy buen comediante, podía ser muy antipático, muy duro pero podía ser un encantador de serpientes”.
La fascinación que generaba el régimen cubano era “como una enfermedad colectiva muy rara”, estima. “Un extranjero puede decir que hagan la revolución en Cuba, pero si la hacen en su país se moriría”, reflexiona Edwards.
Tampoco entiende que los países sudamericanos “no protesten” contra Venezuela, el alumno aventajado del régimen cubano y cuyo gobierno es acusado de encarcelar a líderes de la oposición.
Muchos intelectuales quedaron subyugados con la revolución cubana, como el francés Jean-Paul Sartre, el argentino Julio Cortázar (“un ingenuo total”) y el colombiano Gabriel García Márquez (“un mundano e hipócrita”), quien se convirtió en uno de los amigos más fieles de Fidel.
Edwards cuenta que en pleno Periodo Especial, una de las épocas más duras que vivió la población cubana después del desmoronamiento de la Unión Soviética, García Márquez aparece en fotos bebiendo champán Dom Perignon con Fidel Castro en una terraza de La Habana.
Entre los intelectuales de izquierda, “hay ingenuidad, deseo de que surja una revolución sin estalinismo; parece el socialismo nuevo, con libertad”, explica el autor de “Los convidados de piedra”.
“Fue un comediante extraordinario y esa comedia se la tragó medio mundo, incluso la derecha”, afirma.
Sin embargo, también hubo intelectuales como el mexicano Octavio Paz que fueron duros críticos del castrismo, al igual que Pablo Neruda, convencido comunista, fue proscrito por el régimen.
Su doble oficio de diplomático y escritor, le permitió Edwards estar en contacto con escritores locales que le contaban lo contrario de la versión oficial.
Recuerda que cuando contó en su libro “Persona non grata” que había micrófonos por todas partes, la izquierda en España le tildó de “paranoico”, pero Guillermo Cabrera Infante, en una carta, le disipó sus temores de locura: “No hay delirio de persecución ahí donde la persecución es un delirio”.
“Y es que enfrentar en el mundo cultural la revolución cubana no era fácil”, reconoce.
“Conmigo, (Fidel) al principio fue encantador. Al principio le dijo a un ayudante: ‘Consíganle la mejor casa’ pero nunca me la dieron porque sabían que iban a llegar intelectuales disidentes, gente que para ellos era peligrosa”.
“¡El hotel era el mejor lugar para ser controlado: estaba lleno de micrófonos!”.
Edwards nunca fue expulsado oficialmente pese a su mayor éxito literario “El título del libro es una metáfora”, aunque salió antes de lo previsto de Cuba con destino a París, donde su amigo Pablo Neruda, el nuevo embajador, le reclamó.
“Probablemente, alguien protestó, incluso Fidel Castro pudo haber levantado el teléfono y decir (a Salvador Allende): ‘sácame a éste’”, especula el escritor.
“No se necesitaban declaraciones oficiales de persona non grata; las cosas se hacían así”, asegura el escritor, cuya salida de la isla comunista coincidió con la detención del poeta y amigo Herberto Padilla por “haberme dado una visión negativa de la revolución cubana”, y de quien se había despedido dos días antes.
Fidel siempre tuvo claro que el Chile de Salvador Allende no era candidato a la revolución. En septiembre de 1971, el líder cubano pasó tres semanas recorriendo el país, lo que terminó exasperando a sus anfitriones.
“Muy difícil que pudiera resistir un socialismo democrático”, predijo.
Por ello, ofreció a los chilenos su ayuda: “Nosotros seremos malos para producir pero para pelear sí que somos buenos”, le dijo a Edwards.
Publicación original en ENH.
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