A estas alturas se ve con claridad que uno de los grandes errores del anticastrismo ha sido enfrentar un régimen totalitario como si se tratara de una dictadura personal, apostando todo al derrocamiento o a la muerte del gobernante, y desconfiando, por principio, de la lógica de la transición. (…) Lo que estamos viviendo en los últimos años parece ser el agotamiento paralelo del castrismo y del anticastrismo, la decadencia final de una cultura política que vivió el cambio revolucionario como redención o como duelo. No sabemos si la lógica de la reforma y la transición logrará imponerse, pero sus consonancias con la fisonomía de esta época son mayores. Para seguir leyendo…
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