La ostalgie, definida por Zizek como “un continuado apego sentimental al difunto «socialismo real» de la antigua RDA: el sentimiento de que, a pesar de todos sus defectos y horrores, algo precioso se perdió con su caída”, refleja la dificultad de toda una generación formada en el sistema comunista para adaptarse a una sociedad regida por la competencia y la iniciativa privada, o, entre los más jóvenes, que eran niños cuando cayó el muro, una simple rebeldía anticapitalista con algo de snobismo. En el caso cubano, no se ha producido el tránsito no por anhelado menos traumático de un sistema donde la vida, del todo regida por el estado, era más sosegada y segura, al mundo dinámico e individualista del capitalismo, pero las dificultades de la vida cotidiana en el “período especial” sí han sido el caldo de cultivo para una cierta nostalgia de la relativa abundancia de los años ochenta. En medio de escaseses sin cuento, se tiende a idealizar ese «mundo de ayer» en que uno podía comprar un litro de leche por la libre y hasta algunas manzanas en el puesto de la esquina, y se comprende que muchas personas, asfixiadas por tan perentorias necesidades, de buena gana regresarían a aquella época en que los fungibles venían “convoyados” con las clases de marxismo-leninismo, las guardias de comité y, desde luego, los muñequitos rusos. Para seguir leyendo…
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