Una vez más, la que debería ser una institución de vanguardia apoya vergonzantes episodios similares a aquellas acciones difamatorias de los años sesenta y setenta, que provocaron la amargura, la decepción y el exilio de tantos artistas e intelectuales cubanos. Esa misma UNEAC que acepta el liderazgo de Miguel Barnet por conveniencia política –durante el congreso celebrado en 2015 la mayoría de los miembros votaron por el actor Osvaldo Doimeadiós para ocupar la presidencia–, ha articulado una cacería de brujas contra toda iniciativa cultural que considere “extranjerizante”. Para seguir leyendo…
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