«Trenes que se adueñan de la ciudad poco a poco. Un gran andén. Una estación de donde parten todos los caminos, una estación para perderse y para que nos pierdan de vista, para olvidarse y que se olviden de uno y desde donde puede tomarse cualquier ruta, una estación llena de túneles. De túneles que a su vez conducen a otros túneles. Que desembocan en alguno de los puertos de tanta tierra horadada, transitable. Túneles habitados a veces por ratas. Cualquier destino asequible, un ramillete de destinos a la mano. Cualquiera de las rutas que surcan como cicatrices el mapa de Europa, de esos hilos de hierro en la red que atraviesa ciudades y de cuando en cuando algún bosque y cruza sobre los ríos y los campos de cultivo: atrás van quedando surcos de lavanda, de trigo, esos terrenos que siempre parecen extraños donde crecen olivos o vides. Troncos que parecen muertos. Girasoles.» Poco más que decir… El amolador, de Waldo Pérez Cino, en Bokeh 😉
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