Hernández Busto, como autor de fragmentos, propone una lectura reposada, sin prisas, dubitativa también, que con frecuencia nos hace volver a lo ya leído, a regresar sobre una idea que nos ha dejado una particular inquietud, “un no sé qué que queda balbuciendo”, en un estilo que, más que agilizar, detiene. “Murmullo de rumores acopiados. Insinuaciones: presagios. Prosodia rumiante…”, al decir de Carlos Olivares Baró. Y ese balbuceo frayluisiano que sentimos al leer La ruta… tiene mucho que ver con la precisión y el rigor de estilo apuntados, recordándonos aquello que decía Valèry, hablando de poesía, sobre la necesidad de una sintaxis precisa, pero donde “el sentido debe permanecer impreciso”. Para seguir leyendo…
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