El Palacio de la Revolución es la representación decorativa de la Cuba lezamiana, un bosque primordial y unParadiso con arecas de vivero. Debían soltar tocororos y tomeguines entre los helechos, y convertirlo en un aviario. El maderamen es asfixiante y antiestético, hunde en la oscuridad el modernismo batistiano. Onerosos paneles y divisiones de jiquí, biombos de quiebra hacha, despachos con celosías de majagua. Las butacas son de cedro patriótico, forradas con seda martiana, y el búcaro de girasoles, el modelo que la Casa Capó dejó en vidriera antes de partir al Exilio. Para seguir leyendo…
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