Quizás ninguna otra novela de Arenas exprese mejor su furia verbal que El color del verano. El propio texto, en su disposición y en su lenguaje, compone una suerte de metáfora formal alusiva a la violencia. De hecho, apenas puede hablarse de un relato en sentido estricto. La novela no tiene un hilo narrativo principal, sino que dispone, a la manera caótica del estallido, un conjunto heteróclito de piezas nucleadas por un prólogo situado exactamente a la mitad, literalmente in media res, como el origen de una explosión o el ojo de una tormenta. Para seguir leyendo…
Responder