Es cierto que Villaronga no cede al folclorismo, ni a la crítica social facilona, ni al simplismo de vender la postal turística de una sociedad en ruinas. Pero su tratamiento no lleva a ninguna parte y la película en realidad termina por no decir nada. A pesar de comenzar puntualizando que se desarrolla en La Habana en 1994, quien no conozca la novela, no sepa de la situación cubana en esos años, o no sea cubano, no entiende la trascendencia de lo que sucede, algo que gracias a la magia de la palabra bien usada sí logra Gutiérrez en su obra. Si bien hay que alabar que no cayó en la arenga anticastrista, quizá Villaronga no supo contextualizar adecuadamente su trama y todo se diluye demasiado. Para seguir leyendo…
Responder