Virgilio se nos revela, en esta especie de “biografía hablada”, en toda su “rareza” y “complejidad humana” que lo reafirman como una especie de autor maldito, antagonista inseparable de ese otro dispensador de excesos ficcionales que fuera José Lezama Lima. Entre ambos existió un punto de coincidencia y un poderoso motivo de hermandad, por debajo del picante anecdotario y la calidad en que se contrastaban sus obras, y esto fue la fidelidad a sí mismos, que encontró maneras de manifestarse aún en la enmarañada y fatal marginación que compartieron hacia el final de sus vidas, de acuerdo con su compromiso estético y ético que seguiría siendo cosa rara entre la intelectualidad de su país. Para seguir leyendo…
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