La reacción intelectual contra el turismo y sus ceremoniales típicos y su estética superflua busca denunciar una suerte de «colonialidad» intrínseca, que nos retrotrae a la iconografía del periodo republicano, cuando el boom hotelero producido por la conexión con Estados Unidos. Pero esa reacción pasa por alto que la industria turística es en la actualidad un área férreamente controlada por el Estado cubano, por lo que si hay alguna «colonialidad» es en relación con ese poder y no otro. El actual discurso antiturístico olvida, además, que en tiempos del bloque soviético también se vivió un exotismo colonial, con el que los celadores de la identidad nacional se sentían muy a gusto. Para seguir leyendo…
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