Hay un momento en el ensayo “El barroco y el neobarroco” en el que Sarduy registra plenamente que la densidad, el exceso, la teatralidad y eficacia de la expresión neobarroca no sólo fue asunto de una agenda sacramental tridentina impuesta por el catolicismo imperial. Fue también el resultado de una pugna cuasi-mortal entre civilizaciones ajenas, de la ruina reflorecida de las cosmovisiones precolombinas y africanas y los idiomas que las encarnaban tras su enfrentamiento con la violencia corporal y epistemológica de la conquista, la colonización ibérica y la trata trasatlántica. Para seguir leyendo…
Responder