Sobrevivir en los bordes del pliegue fue la opción de Henry Eric, al calor de aquella reivindicación del paradigma estético articulada por la profesora Lupe Álvarez en el Instituto Superior de Arte (ISA). Henry fusionó el legado antropológico de Joseph Beuys con un soporte menospreciado por conceptualistas de laboratorio como la cerámica; la magia de ensuciarse las manos tocando las piezas y el work in progress de transgredir el fetiche, liberado de connotaciones mágico-religiosas. Para seguir leyendo…
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