Tengo varios amigos escritores que hoy parecen felices, que incluso, parecen niños, niños viejos. Dos son vietnamitas que cumplieron 8 y 20 años de prisión respectivamente en los campos de trabajo. Otro es albanés y cumplió 7 años de prisión después que “suicidaron”, o empujaron al suicidio, a su padre. Tres son cubanos y estuvieron presos 4, 5 y 2 años respectivamente: siguen siendo alegres, como se murmura que es el cubano, tristemente, espasmódicamente alegre. También se rumora —como se rumoreaba de las agudas puntas de los paraguas búlgaros— que los escritores y opositores cubanos en el exilio, si resultan molestos, demasiado molestos, podrían aparecer infartados en sus camas. ¡Qué hermosa es la paranoia, cuando crece, como un hilo, de la realidad a la mente o viceversa, como hace la poesía! Para seguir leyendo…
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