Como en Cuba todo orden es un desorden, la peripecia se redujo a burlar la puerta trasera “vigilada” por especialistas de la galería, los primeros en reírse de la imprevista selección de invitados. ¡Qué importaba si René Francisco nos expulsaba de su pirotecnia objetual por cuestionarlo! Galería Habana era un recinto del Estado; había que estar allí para luego notificar el despotismo institucionalizado que habíamos padecido. Para seguir leyendo…
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