Definirse como exiliado supone entonces tomar partido respecto de esa nación perdida. La cuestión no es simplemente estar afuera o adentro, o quién decide las condiciones de entrada y permanencia en el país, sino qué proyecto de nación se ha perdido o ganado, o se quiere recuperar. Para muchos exiliados la verdadera patria ha quedado suspendida en el tiempo como un sueño traicionado, mientras que para quienes apoyaron la gesta de 1959 la traición está del otro lado, en quienes desertaron de aquel proyecto enarbolado por la Revolución. Todos los símbolos patrios entran en esta disputa, incluida la figura del exilio. Para seguir leyendo…
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