Allí donde quiera que ahora esté, el espíritu burlón de Virgilio Piñera debe estar disfrutando, ufano y complacido, con el reconocimiento y la notoriedad que por fin ha alcanzado su obra. Es cierto que sus últimos años no pudieron haber sido más oscuros, amargos y crueles. Pero en compensación, su victoria póstuma constituye el mejor desquite contra aquellos que lo borraron de la literatura que él tanto prestigió y vigorizó y lo condenaron a una injusta muerte civil como escritor. Para seguir leyendo…
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