El estado en Cuba envileció primero a la nación y después la aniquiló minuciosamente. El estado creció hasta ser cien veces más grande que la nación, y no hubo sitio para los dos en esa brizna de país. La nación cedió su lugar, se entregó al estado sin condiciones, se resignó a su oscura, silenciosa muerte. Cada uno de los componentes de la nación la han traicionado, los obreros que roban cemento, pintura o gasolina en vez de hacer huelga para reclamar su derecho a hacer huelga, los doctores que cobran cien dólares para poner a un paciente al frente de la lista de espera para una operación, los jóvenes que marchan por las calles con fotos de jóvenes de otras épocas que, de estar vivos ahora, estarían en la cárcel, o no estarían en Cuba. Para seguir leyendo…
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