Yo estaba perfectamente consciente de la protección que me ofrecía mi condición de extranjera, sobre todo por ser miembro de la familia de un técnico extranjero, trabajando de profesor en la Universidad de La Habana. También estaba perfectamente consciente de lo que pasaba con homosexuales menos o nada protegidos. No vivía en una burbuja de extranjeros. Mi vida la llevaba entre cubanos, la mayoría hombres y mujeres gays. Cuando uno de mis amigos fue secuestrado para ser enviado a la UMAP lo supe al igual que los demás amigos de nuestro círculo. Viví el mismo miedo con mis amistades y amantes. Nos aterraban los mismos HP en la Escuela de Letras. Viví con un pie en el mundo de mis padres, ignorantes de lo que pasaba en el país, y el otro pie en un mundo paranoico, puramente cubano, en Centro Habana, en El Vedado y en el campo. Para seguir leyendo…
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