Aquella tarde sobre las tres y media apareció por la puerta de mi negocio un hombre que se identificó como amigo personal de Posada Carriles, inspeccionó hasta el último rincón del estudio y al mismo tiempo un segundo amigo inspeccionaba los alrededores del negocio. Una vez hecho el reconocimiento del lugar hablaron por teléfono con un tercer amigo quien acompañaba personalmente a Luis en otro automóvil y por la puerta trasera finalmente entró y nos sentamos a conceptualizar el retrato. Inmediatamente le presenté la idea de retratarlo con el torso desnudo para mostrar sus heridas de guerra como prueba tangible de una vida de lucha armada. De ese modo, tanto sus admiradores como sus enemigos reconocerían en el retrato al mismo hombre, unos le llamarían el freedom fighter, otros el terrorista asesino. Dicho esto, se levanto ágilmente, se quito la camisa y me dijo: dime dónde me pongo, apunta y dispara, que lo que tú quieres no es una foto para la prensa sino un retrato para la historia. Para seguir leyendo…
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