Como los cubanos han perdido el paladar, no es de extrañar que el Ministerio de la Industria Alimentaria, con la total complicidad de las tiendas de distribución nacional, ponga a la venta cualquier cosa con el pintoresco nombre de “café” o “queso”. En Francia, por ejemplo, el término “queso fundido” es una denominación oficial regulada, no se puede fabricar de cualquier manera, debe tener como mínimo un 40 % de materias secas (lo que queda una vez que se ha quitado toda el agua del producto), cosa que limita considerablemente la cantidad de líquido que se puede añadir. Pero en Cuba, ¿qué importa esto? Para seguir leyendo…
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