La revalorización de prácticas exploratorias desde el retrato y el autorretrato en el ámbito fotográfico cubano comenzó a manifestarse a principios de los años noventa, y puso en evidencia la apertura de un camino de múltiples posibilidades para la incursión alegórica en el terreno de las tribulaciones del sujeto social. Pero ello no trajo como consecuencia un distanciamiento radical en cuanto a la forma de abordaje de ciertos tópicos (muchos de ellos respaldados en concepciones recurrentes de la década del 80), como sucedió con otras manifestaciones como la pintura y el grabado. La obra de René Peña fue justamente, hacia la primera mitad de la década del noventa, uno de los primeros indicios asociados a esa voluntad de quiebre y modificación, proceso que aún continúan validándose y adicionando pretextos entre las nuevas promociones de fotógrafos. Para seguir leyendo…
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