Reinaldo Arenas: Aportes

Autores | DD.HH. | Memoria | 31 de mayo de 2018

Quizá uno de los mejores poemas de ese mostro llamado Reinaldo Arenas -por civil, por político, por testimonial- sea «Aportes», escrito en el delicado año de 1969, un poquito antes de que explotara el caso Padilla y un poquito después de que la guillotina castrista le arrancara la cabeza a todo un país: «Carlos Marx / / no tuvo nunca sin saberlo una grabadora / /estratégicamente colocada en su sitio más íntimo…». Disfrútenlo, ¡que es oro! 😉

Carlos Marx

no tuvo nunca sin saberlo una grabadora

estratégicamente colocada en su sitio más íntimo.

Nadie lo espió desde la acera de enfrente

mientras a sus anchas garrapateaba pliegos y más pliegos.

Pudo incluso darse el lujo heroico de maquinar pausadamente

contra el sistema imperante.

Carlos Marx

no conoció la retracción obligatoria,

no tuvo por qué sospechar que su mejor amigo

podría ser policía,

ni, mucho menos, tuvo que convertirse en policía.

La precola para la cola que nos da derecho a seguir en la cola

donde finalmente lo que había eran repuestos para

presillas («¡Y ya se acabaron, compañero!»)

le fue también desconocida.

Que yo sepa

no sufrió un código que lo obligase a pelarse al rape

o a extirpar su antihigiénica barba.

Su época no lo conminó a esconder sus manuscritos

de la mirada de Engels.

(Por otra parte, la amistad de estos dos hombres

nunca fue «preocupación moral» para el Estado.)


Si alguna vez llevó a una mujer a su habitación

no tuvo que guardar los papeles bajo la colchoneta y,

por cautela política,

hacerle, mientras la acariciaba, la apología al Zar de Rusia

o al Imperio Austrohúngaro.

Carlos Marx

escribió lo que pensó

pudo entrar y salir de su país,

soñó, meditó, habló, tramó, trabajó y luchó.

contra el partido o la fuerza oficial imperante en su época.


Todo eso que Carlos Marx pudo hacer pertenece ya

a nuestra prehistoria.

Sus aportes a la época contemporánea han sido inmensos.

                                                                         
                                                                 (La Habana, junio de 1969)