Cuando en 1987 conocí a Yonny Ibáñez en la tertulia del también pintor Luis Barés Coronado —otro siquitrillado como él— en la barriada de La Víbora, ya era un mito en la farándula habanera, al menos la que se movía fuera de los circuitos oficiales y oficiosos de la cultura. Yonny asistía a casa de Barés desde su quinta en La Palma, con las carpetas de obras bajo el brazo, y allí, cuando llegaba su turno, las exponía al público, mayoritariamente joven, que asistía. Para seguir leyendo…
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