“Para mí, como antologador, fue una experiencia distinta. Lo sentí como una gran muestra de confianza de los escritores entre sí, en medio de tanta desconfianza”, comenta Enrisco. “Por eso prefería que fueran escritores vivos, quería que fuera un acto voluntario, de participación en un proyecto común. Creo que la única manera de contrarrestar esa desconfianza generalizada que ha creado este sistema es con un poco de confianza entre nosotros”. Para seguir leyendo…
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