Poemas breves en su mayoría; despojados de metáforas y trucos rampantes; rústicos en su hechura; eficaces en su resultado; conectados a la bilis del hombre común contemporáneo. Marabú abrió un ciclo de escritura que no cerró hasta el último verso de «El derrumbe», 2012. La narratividad que sellaba los textos y el uso de la jerga coloquial y los barbarismos de los hombres y mujeres que pueblan el Gitmo, se convirtieron en materia viva del desajuste y la irritación. Metieron sedición al campo no tan apacible de la poesía cubana. Para seguir leyendo…
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