Es cierto que Lisyanet Rodríguez y Maikel Domínguez están en la antípodas visuales, sin embargo, lo que los hace confluir es un ejercicio crítico en torno a uno de los modos canónicos de la pintura occidental; demostrando las capacidades infinitas de un medio que se niega a ser constreñido a una forma específica. Con un dominio poco usual del dibujo y la pintura, estos dos creadores establecen una visualidad no siempre encapsulada en lo que se ha conocido como abstracción, retrato, hiperrealismo o pop-art. Mas bien, valiéndose de las técnicas asociadas a estas formas seculares, producen una visualidad más cercana a lo que Cortázar llamó “cronopio”; suerte de estructura disipativa o rizomática, inasible, indefinible en toda su extensión y magnitud. Para seguir leyendo…
Responder