El entrelazamiento de los casos de Lee Harvey Oswald en México y de Joaquín Ordoqui en Cuba, que formó parte del llamado “proceso al sectarismo” que condujo al fusilamiento de Marcos Rodríguez en 1964 en La Habana, revela una colaboración práctica entre los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Cuba. Algo que, según el libro reciente de Aguayo, pudo haberse repetido cuatro años después, en el verano de 1968, durante la represión del movimiento estudiantil en México. Para seguir leyendo…
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