Confieso que no habría podido encontrar mejores palabras para referirme a mi querido Al norte del infierno. En efecto, el primer libro que escribimos es usualmente un acto de exorcismo, un dolor que uno tiene clavado en el pecho, una especie de trabazón que no nos deja respirar. Esa condición de texto-nudo es la que hace salir el libro con la fuerza de un atragantamiento en las vías aéreas, para evitar así una posible muerte por asfixia. Para seguir leyendo…
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