Andrés Pascual: El maestro Mijares

Artes visuales | 7 de diciembre de 2018

No soy “un entendido en la pintura”, sino un vulgar profano a la hora de buscar significaciones tan escondidas en los cuadros que me parecen burlas al público… Por ejemplo, para mí es un perfecto hipócrita el que diga que entendió el cuadro Guernica en el significado político que, según su autor, Pablo Picaso, refleja una visión apocalíptica de la ciudad después de los bombardeos por la aviación franquista. “El Chino” Wilfredo Lam, que ni asiático es, ocupó en su ancianidad y desde una silla de ruedas, su lugar como “pueblo combatiente” durante las marchas a favor del castrismo por los sucesos de la Embajada de Perú; algunos dicen que fue manipulado, yo no.

A pesar de las relaciones de Lam con el llamado Genio de Málaga; aún con sus motivaciones cubistas, tampoco me resulta disfrutable, para mí, La Jungla es parte de la maduración de pelo que resulta de la interpretación del exagerado símbolo de la pintura llamada contemporánea por ajenos.

Sí entendí bien y rápido la relación de alma de los llamados “maestros de los ismos” (dadaísmo, cubismo, surrealismo…) del siglo pasado, como Picaso, con el comunismo (que es la peor palabra de esa terminación materializada en crimen de lesa humanidad) y con el ateísmo; por eso me resulta un vomito, a pesar de lo que digan, el malagueño padre de Paloma y fanático rabioso de las canciones de Juan y Junior. 

Mi desagrado y rechazo lo extiendo, por lo mismo, a Luis Buñuel ya Salvador Dalí, a Tristán Tzara…en el caso de Buñuel, cineasta con ínfulas de pintor ranqueado amateur malo y en el de Tzara, escritor con iguales desviaciones de su perfil vocacional , pero Dalí no, fue un bufón manipulado por Gala hasta donde quiso la ex esposa de Paul Elouard, de ambos, musa insustituible.

Pintores los del Renacimiento: Velásquez, Da Vinci…o el que llaman el último de los clásicos y el primero de los modernos, ni renacentista ni barroquista: don Francisco de Goya y Lucientes, que no por gusto los fusilamientos del 3 de Mayo asaltan la vista de quien los analice como la vision de una realidad demoledora hecha plastica imperecedera. Eso es pintura, lo demás, ofensiva mundana de la decadencia político-social, tratada por medio del lienzo y el pincel y lo de mundana no es lo peligroso, ni la mariguana, ni el sexo libre, ni el homosexualismo…sino lo otro, la militancia más absoluta, individual y de grupo, en la aberrante ideología comunista.

El pasado 30 de marzo se cumplieron 6 años del fallecimiento en esta ciudad del pintor cubano José María Mijares, tenía 82 años y le llamaron “el Maestro de los azules”, aunque manejó con maestría todo el espectro.

Mijares nunca se estancó, siempre evolucionó en su trabajo que varió desde las formas y paisajes hasta las composiciones geométricas de la contemporaneidad pictórica.

Miembro de la llamada “Escuela de La Habana” de durante los 40’s, fue más independiente que académico generacional. Su obra es una de las huellas más firmes de la pintura cubana.

Ocho años antes de su muerte, tuve la suerte de conocerlo en un almuerzo invitados por un amigo común, en un restaurante de la ciudad de ambiente español con pinturas de la fiesta brava moviéndose en las paredes y la proposición de una calle, posiblemente sevillana, frente a nosotros. Hablamos de Cuba, de su salida de la Patria en 1967, de pintura y de la reunión infame con el tirano en 1961, que echó la suerte del arte nacional tras la frase “dentro la Revolución todo; fuera de la Revolución nada…”, contenida en la biblioteca nacional y que se publicó con el rimbombante título casi plácido y pacífico de “Palabras a los Intelectuales”. Mijares, que me dijo aquel mediodía de 1996 que a Cuba no volvería mientras estaba la horda en el poder, cumplió su palabra, creo, y jamás volvió a ver “sus barrios habaneros”

José María Mijares fue de los muchísimos cubanos que creyó que el 1 de enero de 1959 se inició una era luminosa para Cuba, también formó parte de las legiones que, rápido, reconocieron que en realidad la tragedia y las nubes negras del dolor en todas sus variantes se cernían sobre el cielo cubano. El replanteamiento de la política artístico-intelectual hacia de sumisión absoluta hecho por el dictador a través de las palabras al gremio, la inquietud artística independiente, la valoración crítica desde posiciones de libre pensamiento, había llegado a su fin. Entonces, las mentalidades soberanas del arte cubano sabían que sobraban en el nuevo esquema de dependencia política de la ideología comunista…

Toda esa artillería anticubana encubierta en “arreglos ideológicos” para impedir la penetración del imperialismo a través de “espadones nacionales del medio artístico”, tuvo como objetivo dar un ejemplo al decapitar el suplemento “Lunes” del periódico Revolución y neutralizar al grupo editor; entre ellos a Cabrera Infante ya uno de sus más valiosos colaboradores, Virgilio Piñera, el dramaturgo que le escupió al tirano en su cara la única sensación posible de todos en aquella sala: “comandante, sólo puedo decirle que tengo miedo”, testamento político- social de última hora al pie de la guillotina de la inexistente república en el lance último y fatal.

Lunes fue la extensión literaria de las ideas de Lezama Lima con el grupo y la revista Orígenes varios años antes, del cual se aprovecharon para ganar notoriedad dos oportunistas de alto perfil: Pablo Armando Fernández y Roberto “El sargento Tamal” Fernández Retamar.

Mijares, como dije antes, se exilió en 1967, al revés de la insigne Dulce María Loynaz, que prefirió hacerlo en su enorme casona del Vedado, porque esta extraordinaria poetisa y mujer le cerró las puertas en las narices a la agresividad militante y homicida y se autoexilió y sólo se supo de ella otra vez cuando se le otorgó el Premio Cervantes, hoy se conoce que los castrocomunistas han “redescubierto” a Dulce María y tratan ese nombre con la normalidad única de lo canallas que son.

Yo no sé si con Mijares están haciendo igual; ahora, todo el mundo debe saber que ni en su obra tuvo predominio el rojo y, si lo hacen, el maestro se va a revolver en su tumba; que nadie lo dude.

Publicación original en ‘Disidente digital’, 2010