“Cuando te digan maricón, te sacas la pingona esa que tienes ahí como la que tengo yo”, le aconseja Pedro a “El Yuli”, alias de un guerrero con que apodó al niño, para neutralizar la desesperanza del futuro bailarín. Una exageración burda, chocante, innecesaria. Los diálogos en esta película fluctúan entre lo sublime y lo ridículo, haciéndole guiños al peor realismo sucio que oscurece al cine cubano. Para seguir leyendo…
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