Campins pone en marcha un exotismo al revés, que funciona, aún con esa falsa melancolía (o gracias a ella quizás), como un afilado instrumento de investigación cultural y antropológica. Pero esas angustiosas nociones de identidad, pertenencia, desasosiego, dispersión existencial, escapan por un tubo. Y al final queda este muchacho pintando solo en su soledad…muy requetebién, por cierto. Para seguir leyendo…
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