Entre los años 2008 y 2009, la artista Dania González creó la pieza Nido y la ubicó en un antiguo refugio a 3 metros de profundidad de la tierra, transformando un espacio impersonal, vacío y seco, en su contrario, un lugar donde se tejían impresiones que danzaban entre lo fantasmagórico, lo ilusorio y lo espectral. La entrada; una escalera por la que se podía bajar, daba paso a un gran nido construido con tierra, pasto, semillas, humus de lombriz, sustancias fermentadas y organismos vivos, que igualmente proliferaban en el espacio, materiales de los que emanaban un fuerte olor. Las ramas creaban un entramado que nos cobijaba aislándonos del mundo exterior. Para seguir leyendo…
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