Precisamente en esto (…) resulta notorio el fundamentalismo estético de Lezama: al leer cualquier texto, incluso de Mallarmé, Garcilaso, Baudelaire o Darío, no vacila en señalar lo que percibe como debilidad en las imágenes, pobreza de lenguaje o complacencia no justificada en el estilo. Que en ocasiones se equivoque o exagere es lo de menos: hay una innegable grandeza en esta intolerancia ante la mediocridad. Para seguir leyendo…
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