Feltrinelli fue varias veces a Cuba a final de los años 60 para trabajar en un libro de memorias que nunca llegó a terminarse: fue a ver la granja, jugó al baloncesto con Fidel y terminó un poco desesperado por la informalidad del comandante, que lo citaba una mañana y no aparecía o aparecía y sólo quería hablar de naderías. En resumen, Castro le pareció un «idealista de clase media», gordo, aniñado, simpático, caótico, no muy fiable, poca cosa como intelectual… Y también homófobo. Cuando el editor le preguntó que por qué su obsesión contra los intelectuales homosexuales, el cubano se puso hablar de que la pederastia esto y la pederastia lo otro… Para seguir leyendo…
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