La pesadilla recurrente (2018) nos sumerge en un reino donde prima la ceguera colectiva, donde el individuo que comprende la realidad está condenado. No obstante, es en El país perdido (2019) donde llegamos al horror supremo de la deshumanización, al infierno donde el individuo desaparece. Puede parecer que, luego, Depósito familiar (2019) sea una especie de remanso, de retorno a una realidad más reconocible. Pero en realidad se trata de una traducción, de una metáfora que nos precisa el argumento de la artista: la historia es la pesadilla de la que tratamos de despertar. Para seguir leyendo…
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