La revolución ocurre únicamente allí donde ha sido profetizada. La profecía necesita de videntes, rapsodas y poetastros, por lo que vendrá a ser siempre el cumplimiento de algún programa artístico. Así, la “carne” de Virgilio es el signo viviente de la revolución. Es “la masa”, el eslabón que nos encadena al estrato más bajo, al pueblo –a la cola, a la cloaca–. En nuestro desamparo, quedamos expuestos a la maledicencia y el chisme: la carne es vulnerable a los ataques del verbo. Cuando mueran los ideales, seguirá existiendo la realidad última de lo cárnico. En las grandes religiones y las antiguas doctrinas, todo está sujeto a lo carnal. “¡Dadme carne y moveré al mundo!” Para seguir leyendo…
NOMINACIONÂ CHE GUEVARAÂ