Héctor Santiago: La homofobia de Estado en Cuba / Recuento de sus primeros años

Archivo | DD.HH. | Memoria | 30 de junio de 2019
©Declaración en la UMAP

A Juan Baró Juana Picadillo.
                                                                                                                                                

Hay una marcada diferencia entre La Homofobia Cultural y La Homofobia del Estado. La primera es universal y funciona a un nivel poblacional, para estigmatizar, burlarse y disminuir de distintas maneras al Otro. En la segunda funciona como la anulación social, política y el exterminio físico, por parte de la maquinaria gubernamental. El ejemplo más concreto de la homosexualidad como penalidad legal, se inicia cuando las tres religiones monoteístas, enemigas entre sí, pero con un origen común: la judía, el catolicismo y el Islam. Utilizan un conjunto religioso, moral, y de única sexualidad permitida, para su supresión a través de la violencia. Salvo algunas leyes locales con implicaciones judiciales, como el pre Gulag de la Rusia zarista, la Homofobia del Estado no se consolida en los tiempos modernos, como una estructurada política de Estado hasta el 1935. En ese año los nazis toman el poder en Alemania, y reescriben la antigua ordenanza del reino prusiano, conocido como el Párrafo 175 del Código Penal elevando el homosexualismo al nivel de delito criminal. La homosexualidad se convirtió en un atentado contra la Estabilidad de la Nación, una ofensa a la rígida moral y un desacato contra la sexualidad colectiva de la Nación Aria, que se implantó como la única manera permitida del Ser Nacional para crear la Raza Suprema. Esto legalizó el fusilamiento como condena, la castración, la cárcel, la pérdida de los derechos civiles, la exclusión de los trabajos, la expulsión de las viviendas, la confiscación de propiedades, y a nivel de enfermedad mental la reclusión obligatoria en sanatorios, la experimentación para su cura y la condena a trabajos forzados.     

En vista del apoyo que la persecución encontró en la Homofobia Cultural de la población alemana, los nazis se vieron con las manos libres para llevar la represión a un plano mayor: el confinamiento de los Triángulos Rosados en los campos de concentración. Esto formó parte del menos conocido genocidio contra los gitanos, las minorías étnicas, las sectas religiosas, los enfermos mentales y los discapacitados físicos. Y se repitió en los Gulags siberianos de Stalin, los campos y matanzas de homosexuales en Shanghái al comienzo de la Revolución China y de nuevo cuando la “Revolución Cultural” del camarada Mao. Y con el internamiento por Francisco Franco de “Los Violetas” en el campo de Fuerteventura en España y en la cárcel de Carabanchel y el de Mussolini a los “femminella” en la isla de San Domino en el archipiélago de Tremiti. En Cuba nos llaman, entre otros nombres vernáculos, “pájaros”. Así que parece que entre los genocidas es común ese tipo de “caza”.  

No sabían los que la apoyaron y sirvieron como delatores y ejecutores, que como hijos de Saturno esas atrocidades se extenderían también a ellos, cuando comenzaron a cuestionar al Sistema que ayudaron a crear. Pues los que odian pueden terminar siendo odiados. Esa coalición de ambas homofobias, será un rasgo común que se repetirá a través de los tiempos modernos. En los países satélites del bloque soviético, durante el genocidio de los Khmer Rouge en Camboya, se recrudece en países musulmanes como Irán, Saudí Arabia y otros. Y con mayor o menor brutalidad, según los testículos de los mini dictadores locales, en África y Asia. En Brasil, Colombia y Centroamérica, durante la década militarista de los 70, los grupos paramilitares de los Escuadrones de la Muerte, fueron los encargados de la sanidad social, ejecutando con total impunidad a los mendigos, los niños de la calle, los enfermos mentales, y a los homosexuales. Tarea que ahora han continuado las invisibles células policiacas, las pandillas locales y los ultranacionalistas, asesinando a los líderes gais, los travestís y atacando a sus oficinas de derechos humanos, como en México. En el área del Caribe, en Jamaica se les persigue y asesina con total impunidad y aceptación de la Homofobia Cultural. Las democracias occidentales también han sucumbido a estas homofobias. Desde la Inglaterra victoriana con sus Leyes Contra la Sodomía. Hasta la que el Senador McCarthy comenzó como una cruzada anti comunista y la extendió a los homosexuales en los años 50 en los Estados Unidos. A través de los tiempos y de un país a otro, la Homofobia del Estado se repite con los mismos métodos fundamentales. Salvo las variantes culturales y el grado de represión que permitan las épocas, y de nuevo: los testículos de los tiranos locales. Y aquí llegamos al objetivo central de este articulo: Cuba. El país, que desde lo vivido, puedo afirmar, que era el más inimaginable para convertir a la Homofobia Cultural en ayudante represor, y así poder implantar sin objeción alguna la Homofobia del Estado. Quizás fue una premonición demoniaca, que la palabra “Campo de Concentración”, se utilizó por primera vez en Cuba durante la Guerra de Independencia en 1895, cuando el General Valeriano Weyler reconcentró a la población campesina en campos alambrados urbanos, para que no apoyaran a los combatientes independentistas. Y El Supremo lo repitió en 1961 cuando la Lucha Contra los Bandidos, trasladando a los campesinos de la sierra del Escambray al otro lado de la isla, a la colonia penitenciaria de Ciudad Sandino en Pinar del Rio.

De nuevo se repite el hecho, de que la persecución oficial que sufrió la comunidad homosexual cubana, fue aceptada por el 99% de la población que apoyaba al naciente gobierno. El que recurriendo al nefasto nacionalismo, negaba ser socialista y se declaraba “verde como las palmas” el símbolo nacional cubano. En una especie de ajiaco tropical, la involución cubana repite las viejas tácticas totalitarias del comunismo, el nazismo, el fascismo, y le añade los testículos barbudos. Creando la armazón jurídica para oficializarla, justificarla, y volverla invisible al apoderarse de los medios de comunicación. Aunque la persecución comunista es igual para todos los cubanos, en el caso de los homosexuales adquiere características muy propias. Incorpora la homofobia a la educación que controla, a las manifestaciones culturales, los censura como entes propagadores del peligro moral, los encarcela por su sexualidad, los obliga a exiliarse por indeseables sociales. A la vez que rescriben todo lo relacionado con ello, manejan y controlan los datos y las estadísticas, administran los archivos, desacreditan a los que tratan de contar su verdad vivida, a la que atacan, distorsionan o minimizan, con el recurso de la Historia Comparada: “Aquella Cuba también era homofóbica. Así que esta…” Para lo cual cuenta con el apoyo de la izquierda europea, la academia liberal norteamericana, los estudiosos de una Cuba de libritos que aceptan la versión oficial sin preguntas molestas, los integrantes de las nostálgicas generaciones nacidas fuera de Cuba y formados en la Academia liberal –que al no conocer “la otra realidad”, son utilizados como quinta columna contra los opositores exiliados–. Los revisionistas isleños, que decenios después la cuentan a su manera con sus palabras amordazadas, y los verdugos que se encubren detrás de los mitos. “La culpa es de Isabel La Católica por el legado que nos dejó”. “El “error” del pasado con los homosexuales comienza en 1965 con la UMAP”.  “Eran métodos necesarios para defendernos de la agresión imperialista”. Y otras justificaciones para el consumo de los tontos útiles. Pero los hechos concretos nos demuestran, que al igual que siempre hubo una agenda comunista, también desde el primero de enero la homofobia estaba en el ADN de la involución.                                                                                                                                         

Octubre. 1959. Reunión de ASTA la American Society of Travel Agents.

La Sociedad Americana de Agentes de Viajes se reúne en La Habana en el Hotel Hilton finalizando la convención en el teatro Blanquita de Hornedo con la participación del Supremo. Una semana antes, con el fin de presentar a sus miembros a una Habana ejemplar, burguesamente moral y óptima para un nuevo turismo revolucionario. Efigenio Almejeiras el jefe de la Policía Nacional Revolucionaria, realiza la primera “recogida” de sanidad social de la involución. Esta se efectuaría básicamente en la zona del Vedado, donde se encontraban los hoteles turísticos y los casinos de juegos alrededor de La Rampa. El objetivo era que, durante el tiempo de la convención, se detendría a las prostitutas –las de refinada categoría y altos precios que atendían a ese turismo–. Luego se decidió ampliar la “recogida” a las zonas donde se reunían los homosexuales. La supuesta detención corta se prolongó por un mes. A la revolucionaria: sin cargo alguno ni juicios, y multando a todos por Antisociales. A los homosexuales les harían además una ficha policial –que más tarde servirían para confeccionar las listas de la UMAP. 

Nada de esto encontró críticas, porque ya se había comenzado a amordazar a la prensa, para que la oposición no tuviera donde expresarlas, y controlar el acceso a las noticias, inventando una realidad oficial, que terminaría por ser la única para todo el país. De esa manera, manipulando a las masas para lograr su apoyo casi total y convertirlos en represores de los reprimidos.

13 de octubre, 1960. Encuentro de Poetas.

Organizado por el teniente del Ejército Revolucionario y poeta Rolando Escardó. Se celebra en la ciudad de Camagüey, para escuchar a los artistas y plantear la necesidad de unirlos para la cultura revolucionaria. Lo que sería el prólogo para implantar a la soviética la UNEAC Unión de Escritores y Artistas de Cuba. En el albergue ocupado por los participantes, aparecen unos carteles con virulentos ataques homofóbicos y hasta llamando a la violencia “Para expulsarlos del evento”. En las ponencias del escritor folclorista Samuel Feijoo, el comandante y poeta comunista Alberto Bayo, y la actriz Julia Estoviza, se pide la exclusión de los homosexuales de la cultura revolucionaria y del ámbito social de la patria.  

15 de abril, 1961. Playa Girón.

Se establece el antecedente de los métodos represivos para todos. Antes del arribo de las tropas anticomunistas por Playa Girón y durante la batalla, se produce una detención masiva sin precedentes en la historia republicana del país. Sin causa judicial alguna, ni habeas corpus, con las fichas hechas por los delatores de los barrios de los CDR los Comité de Defensa de la Revolución y la encubierta Seguridad del Estado, son sacados de sus casas, escuelas, trabajos y secuestrados en las calles, los marcados con variadas distinciones que los convertían en contrarevolucionarios. Internándolos en las cárceles, estadios de pelota, almacenes y otras grandes locaciones –con el objetivo de descabezar cualquier apoyo interno–. Era la primera prueba, no solo logística, también para ver hasta dónde se podría usar la represión sin objeción alguna de la población, la participación de estos y perfeccionar sus métodos. Comienza la Década del Miedo. El Estado Homofóbico estaba listo para atacar.

11 de octubre, 1962. Operación de las tres P.

Cuidadosamente planificada, las fuerzas represivas –la policía, los CDR, la Seguridad, la Milicia, los Jóvenes Comunistas– caen por sorpresa sobre las zonas de prostitución, para abolirlos y hacer una limpieza social. El objetivo: Los Proxenetas. Los Pájaros. Las Prostitutas. Nuevamente extendiéndola a los lugares donde se reunían los homosexuales. Las Prostitutas fueran recluidas en campos de concentración para ser reeducadas. Y este es uno de los episodios más crueles que es poco conocido. Los Proxenetas y Pájaros, fueron enviados a colonias penitenciarias en medio del mar, en los cayos alejados de la costa en la provincia de Pinar del Rio en la zona de Güanahacabibes. Forzándolos a sembrar eucaliptos. La idea fue de Ernesto Guevara que era asmático, y durante su estancia guerrillera en la Sierra Maestra, aprendió de los campesinos que sus inhalaciones lo descongestionaban. Concibió el proyecto de utilizar los eucaliptos como productores de divisas vendiéndolo en el extranjero. Por razones de espacio no puedo narrar lo que me contó Juan Baró que estuvo allí.  

13 de marzo, 1963. La Noche de las Tijeras.

En un acto político en la escalinata de la Universidad de La Habana, celebrando el ataque al palacio presidencial durante la dictadura de Batista, el Supremo alerta como medidas a tomar, la persecución contra los que se mantenían al margen de la involución y que llama pitusos por los jeans estrechos que vestían y por sus modas capitalistas, presvilesvyanos por la música de Elvis Presley que escuchaban, y los grupitos de depravados de los que se mofa, entre las risas y aplausos de la Homofobia Cultural –ahora– Revolucionaria. De facto, mientras se producía su discurso, los grupos de los Jóvenes Comunistas de la Universidad y los milicianos de la estación televisora CMQ –guiados por la actriz española Ana Lasalle, una exiliada comunista estalinista–, recorrían la zona del Vedado y el Malecón, cortando los jeans, las minifaldas, los peinados afros y los pelos largos. 

1964. Lucha contra la Burocracia.

Es el pretexto para botar de sus trabajos o sacar de los cargos importantes a los desafectos y revisionistas de las ideas revolucionarias. Y a los homosexuales, para que “no tuvieran contacto con los niños, y la juventud del Hombre Nuevo Guevarista”. Ofreciéndoles a los médicos y enfermeros delatados como homosexuales, que escogieran entre trabajar en una fábrica, en el campo, o con los rayos X y la radiación oncológica, porque “Si se quedaban estériles no importaba, porque ellos no se iban a casar y tener hijos” –sin mencionar con aquellas deficientes máquinas antiguas la posibilidad del cáncer. 

31 de mayo, 1965. Expulsión de universidades y becas.

 La Unión de Jóvenes Comunistas sugiere la expulsión de los homosexuales y prohibirles graduarse. Por primera vez se incluyen a las lesbianas, a las que entonces no se habían reprimido en gran escala. Como siempre, la Maquinaria le da legitimidad pública a lo que ya estaba planificado. Se había creado a lo Robespierre los Comité de Depuración, formados por la Federación de Estudiantes Universitarios, los profesores, la UJC, el PCP Partido Comunista de Cuba, que con la participación del alumnado presentaban las denuncias y votaban la expulsión. Las facultades más afectadas fueron la de Humanidades e Historia. La Escuela de Instructores de Arte solo graduó a un 60% de sus becados, y en las Escuelas de Pedagogía y Periodismo también se efectuaron depuraciones. De nuevo el dossier de los expulsados lo utilizarían para llamarlos a la UMAP. 1965. Cierre de las Ediciones El Puente. Desde su aparición como editora no gubernamental, fue atacado por su independencia ideológica, sus afinidades culturales no marxistas, la identificación con la negritud cubana, y el homosexualismo público de muchos de sus integrantes. Arguyendo como una razón mayor para su cierre, el concepto de que el homosexualismo era un delito contrarevolucionario, un adversario ideológico y sus miembros unos delictuosos sociales. 

Silvia Barros. 

No recuerdo la fecha exacta, pero sí todo lo ocurrido por ser parte de ello. A la dramaturga infantil, poeta y cuentista, que era miembro de las Ediciones El Puente, la detienen en un momento comprometedor junto con su novia y las envían para una cárcel de delincuentes comunes haciéndoles un juicio público por lesbianas y condenándolas. A Silvia la mandaron para el Hospital Psiquiátrico de Mazorra y le dieron unas tandas de electros de los que jamás se recuperó ni en el exilio. Fue la primera creadora con el cual se inició ese procedimiento –que la KGB usaba con los artistas e intelectuales– que después se le aplicaría en el Pabellón Carbó Servía al cineasta y pintor Nicolás Guillén Landrián.

16 de noviembre, 1965. Primer llamado para los campos de concentración de la UMAP.

Las UMAP se cerraron en agosto del 1969. El primer esfuerzo porque los cerraran, se debió a la protesta de un pequeño grupo de miembros de la UNEAC, que no tuvo repercusión oficial porque el resto no lo apoyó. Hasta que algunos visitantes extranjeros del Salón de Mayo, celebrado en La Habana en julio del 1977, al regresar a sus países organizaron la protesta, y en la prensa internacional se publicaron los datos y las fotos. Que echaron por tierra la versión del Estado Homofóbico y sus adoradores internacionales. Primero de que la UMAP eran mentiras de la CIA y los contrarevolucionarios. Después, que no eran campos represivos sino centros de reeducación. Y por último lo borraron de la Historia del país: un fantasma que existía sin existir debido al miedo y la censura. A la vez que sus débiles ecos, se combatían con una campaña de desinformación, para consumo de la Academia, la intelectualidad y los artistas internacionales. A raíz de la caída del Muro de Bagazo en los 80, se han permitido sus ecos, como parte de los publicitados tiempos de la apertura. Con ese tipo de libertad que se permite donde no existe ninguna.

El miedo de la memoria hace que algunos no quieran hablar de ello y si lo hacen es con ambigüedad. La Vieja Guardia lo hace a través del filtro de su culpa. “Era un llamado para el Servicio Militar Obligatorio. Lo que tenía una característica muy propia”. “Centros de reeducación, para los elementos que por su condición, no se podían integrar al ejército revolucionario regular”. “Era un momento muy difícil para la revolución”. “La violencia se debió a los guajiros analfabetos que servían en los campamentos”. “No se les trataba tan mal como dicen los reaccionarios de Miami”. “Hay mucho esfuerzo de la CIA en tergiversarlo”. “Errores de un pasado ya superado”. “Los que se quejan viven en el ayer”. “De eso no se habla”. La reexplican los intelectuales, historiadores y escritores oficialistas, que ni habían nacido en esa época. “Se debió a la intolerancia y extremismos de algunos” –¿los compañeros X?–. Sin que por ningún lado aparezca el nombre del Supremo, ni el de su hermano el Ministro de las Fuerzas Armadas que fue responsable de organizarla, nunca aparece como una creación ideológica social de la involución y jamás se menciona a los pilares del engendro: La Involución–El binomio siniestro–Las Masas. Primero en Cuba nos volvieron invisibles persiguiéndonos. Y ahora, ya libres en el exilio, nos quieren arrebatar la experiencia. 

Hubiera sido una cobardía callarme cuando mi pluma era libre. Y aunque no interesara, ni encontrara un editor, mi compromiso era darle voz a los que se la arrebataron y se han ido quedando a lo largo del escabroso camino de morir en tierras prestadas. Odio la política; pero no temo politizarme cuando hay que defender la dignidad humana. No me gustan que me fotografíen, dar entrevistas, ni conferencias para explicarme; salvo cuando apuntalan mis experiencias e ilumino la noche de nuestra Historia, y por mi compromiso con la libertad y el respeto a mi oficio de escribano. Mis documentos fueron incautados junto con parte de mi obra, por las constantes incursiones nocturnas de la Seguridad en mi casa. Entre lo salvado, que dejé enterrado bajo una ceiba en La Habana, junto con algunos obras, certificados de estudios y notas, se salvó una carta y dibujos enviados desde un campamento a mi casa. Y que pudo recuperarlos Colette Roxel una periodista francesa que fue a Cuba y están en el archivo con mi nombre en la Universidad de Miami. Desde el momento en que salí del infierno, me hice el propósito de no dejar de gritar por los otros –y pagar las consecuencia por ello–. 

La cantera del Éxodo del Mariel me abrió unos valiosos testimonios, que han seguido fluyendo hasta hoy con la hemorragia de los que se califican como diáspora, y los que me responden con el confortable silencio, que les ofrece a sus culpas el ancho mundo allende la mar. Comencé a buscar, preguntar, a llamar, también a responder. Todo con mucha urgencia. El tiempo es despiadado con el desgaste de la memoria. Y la Muerte, agente de la Seguridad del Estado. Comencé a darme cuenta de ciertas constantes, en todas las latitudes y épocas, que han sufrido el azote de los ambidiestros horrores totalitarios. Unos antiguos presos políticos chilenos de la dictadura de Pinochet, me contaron que organizaban unos espectáculos teatrales, en un campo de concentración del desierto de Acatama. Leí el testimonio de una bailarina argentina, que cuando la Guerra Sucia daba conciertos de danza, entre las torturas de las clandestinas celdas de la desaparecida Escuela Militar. En el Chinatown neoyorquino, me reuní con un homosexual, que fue miembro de la Opera de Pekín, y fue recluido en un campo de concentración por la Revolución Cultural China. Cuando lo sacaban de su celda para el trabajo forzado, robaba unos periódicos que recortaba con los dedos, haciendo imágenes que iluminaba con cabos de velas, proyectándolos como sombras chinescas en el pasillo de las celdas, interpretando para los otros presos las óperas prohibidas. Un octogenario ex travestí de Munich, me contó su experiencia como Triángulo Rosado en el campo de Neuengamme. 

Conocí al último sobreviviente, del grupo de teatro del gueto judío de Vilnius en Lituania, que pereció en Auschwitz. Vi las partituras creadas para el coro de niños cantores asesinados en el campo de Treblinka. Escuché un fragmento de la ópera El emperador de la Atlántida, compuesta en el campo de Therenlenstad por el austriaco Viktor Ullman, que pereció en Auschwitz. No conozco El abejorro una ópera infantil, escrita por el cheko Hans Krása y representada en Auschwitz, donde lo asesinaron junto con los niños que la representaron. Vi unos violines que se trajeron con ellos a los campos y sobrevivieron a sus dueños gaseados y cremados, los que se han reparado para exhibirlos a través del mundo. Las fotos y unos fragmentos fílmicos de la orquesta formada por judíos, a quienes los nazis los emplazaban a la entrada de Auschwitz, recibiendo antes de que los asesinaran, a otros judíos que descendían del Tren de la Muerte, a los que con su particular sentido del humor, los obligaban a tocarles alegres valses, polkas y danzas judías. Descubrí otros estremecedores y hermosos testimonios, del poder del teatro –y el arte– como ayuda para sobrevivir en medio del espanto. Emergiendo como un elemento de resistencia, esperanza y sanidad mental, frente a la infamia universal y la degradación de la humanidad. 

Desgraciadamente, en el contexto cubano apenas quedan unos pocos participantes, y los textos cubanos sufrieron peor suerte. Los escritos que pudo sacar escondidos el poeta y dramaturgo José Mario, los quemó tras salir de la UMAP por la constante vigilancia de la Seguridad, en la antesala de su exilio español. Los poemas afro y canciones, que escribió para los shows del campamento, el folklorista y compositor Benigno Garbizo y logró sacar de Cuba escondidos, así como la novela que reescribió de memoria “Elegguá en Camagüey”, desaparecieron tras su muerte en New York. Los escritos de Jesucristo Castro y Nelson Rodríguez se perdieron o fueron incautados cuando los detuvieron y Nelson fue fusilado por intentar desviar un avión hacia Miami. Los del escritor Jorge Ronet le fueron decomisados en el aeropuerto habanero el día de su exilio, y cuando los reescribió, al morir en Nueva York lo botaron a la basura en el hotel donde residía en el 318 West de la Calle 51. Los que se crearon como efímeros textos de ocasión, fueron desechados tras ser representados para evitar la represión. La ley los catalogaba como Propaganda Contrarrevolucionaria y su posesión conllevaba una condena de 5 a 10 años. Además, en los campamentos efectuaban constantes requisas, estaban vivas las vigilancias de los kapos encargados de las barracas y la vigilancia de la red de chivatos organizada, los inesperados cambios de campamentos, los férreos registros diarios con cada regreso del campo, al salir de pase, y los que, al no poderlos pasar por la aduana del exilio, se quemaron. Por ultimo en los ochentas, los expedientes y toda la documentación de alto rango relativo a la UMAP los quemaron, tras el presidente Reagan ocupar la presidencia de los Estados Unidos, y temiendo una de esas milenarias intervenciones militares que nunca se plasmaban. Unos que yo había reescrito de memoria, los quemaron por miedo los amigos a los que se los entregué antes de exiliarme. Testarudo los comencé de nuevo en Madrid y Nueva York, utilizándolos en mis obras “El loco juego de las locas” y “Rosado como el triángulo de los ángeles”, las novelas “Infernizando”, “Good bye al paraíso”, en algunos cuentos, y proyectos sin terminar. 

La UMAP ha dado lugar a un ínfimo número de cuentos y novelas, si se tiene en cuenta su magnitud, y ni siquiera ha subido a la escena. La específica experiencia en los campos segregados para los homosexuales, la ha contado de manera muy imaginativa, picaresca y desenfadada, Jorge Ronet en la novela corta “La Paloma Negra”. El poeta José Mario dejó inconclusa “La Contrapartida” una novela testimonial –no sé dónde se encuentra el manuscrito en España–. De la que solo se publicó su capítulo “El estadio” por Emir Rodríguez Monegal en la revista “Mundo Nuevo”, y otro en la revista “Exilio” que dirigía Víctor Batista Falla. Reinaldo Arenas habla de las UMAP en un fragmento de “Arturo la estrella más brillante”. La que más me tocó como lector y participante, fue la desgarradora, incisiva y trascendental “Un Ciervo Herido” de Félix Luis Viera –un heterosexual defensor vigoroso de los maricones que le dedica unos hermosos momentos al director teatral Armando Suárez del Villar. Y que recomiendo de todo corazón–. Otras pocas no las conozco. En el cine se recogen algunos testimonios en el documental “Conducta Impropia”. Dentro del campo de la investigación histórica, el primer libro más notable fue el de Enrique Ros “La UMAP, el Gulag Castrista”. Del cual por presiones de los participantes evangelistas, censuró la experiencia homosexual, convirtiéndolo en un único relato heterosexual. 

El estudio histórico necesita cierta distancia en el tiempo para acometerlo sin pasión, partidismos, ni corajes, y a la vez una serie de condiciones que faciliten su estudio y entendimiento, en el contexto de su tiempo y sus connotaciones posteriores. Pues aunque no aprendemos nada de la Historia, en lo personal nos alerta de los signos cuando se repite y se desnudan a los verdugos. En la red informática, entre otros está “El Archivo de Connie” con fotos, y en otros hay copias de documentos oficiales de la UMAP y los Umaps. Hasta ahora, para mí, los más completos y honestos, han sido las investigaciones publicadas de Joseph Tahbaz “Desmytifying las UMAP: The politics of Sugar, Gender, and Religion in 1960’s Cuba”. Y “’El trabajo los hará hombres’: Masculinización nacional, trabajo forzado y control social en Cuba durante los años sesenta” de Abel Sierra Madero. 

Es una labor muy difícil e incompleta, al no existir o no tener acceso a las fuentes oficiales de la época ni a documentos confidenciales. Teniendo que desentramar entre los testimonios, las diferentes versiones personales o los puntos de vista, la distancia del investigador que no puede forzar o dudar de los datos del entrevistado y tiene que recurrir al “según dice…”. El muro de los que prefieren olvidar, y aquellos que aun arrastran el miedo y no hablan de eso. La inevitable mirada apasionada y colérica de los que escuchan y cuentan desde el exilio. Las expurgadas memorias de los que son revolucionarios y lo hacen desde esa perspectiva: el libro “Benjamín. Cuando morir es lo más sensato” de Carolina de la Torre. Y por último, el vacío por la muerte de los participantes desde adentro de las alambradas de lo vivido. Yo me he dedicado a documentar la desconocida actividad teatral y sus manifestaciones en la UMAP homosexual. Porque como dice el escritor Milan Kundera: “La lucha del hombre es contra el olvido”. 

Todo el que conozca los elementos culturales del cubano, sabe la importancia de la influencia africana, que es fácilmente detectable en sus manifestaciones musicales. El baile del yambú y la rumba son unas teatrales pantomimas sensuales, donde el llamado vacunao, con el pañuelo del bailador golpeando la cadera de la bailarina, es la mímica del acto sexual. Los plantes ñáñigos son el teatro ritual de la religión abakuá, desarrollados en actos, con coros y los personajes narrando una historia. La posesión del cuerpo del oficiante llamado caballo, por el espíritu cósmico del orisha yoruba, es teatro dentro del teatro. Con una definida puesta en escena, con trajes rituales, los bailes y las canciones de cada deidad. La misma estructura de los Misterios Délficos y los de Osiris, la posee la teatralidad de la procesión con la ofrenda de frutas al río El Día del Medio, que le hace a las aguas el iyawó que recibe el Santo. La Tumba Francesa de los Congos Reales de Santiago de Cuba, imita el espectáculo, los trajes y el trono versallesco de una corte negra haitiana, con el rito primaveral del Palo de Mayo, y las danzas provenzales francesas del siglo XVIII al ritmo de tambores y maracas. Todo esto junto con el barroquismo de nuestros excesos verbales, la invención de palabras vernáculas, el choteo irreverente, los onomatopeyas en los mambos de Pérez Prado y el Benny Moré, el teatro bufo, y la obra de Cabrera Infante, etcétera, son una parte de este ajiaco del cómo somos. A lo que hay que agregarles ciertas características nacionales –¿o universales?– de la “loca”. La insolencia ante la represiva heterosexualidad impuesta, la rebeldía ante la opresión, la destrucción del conformismo moral burgués, su imaginería fantasiosa, el travestismo teatral del remedo exagerando la “feminidad cubana” –revelando al bisexual que acude a la hembra fabricada detrás del hombre homosexual–. Haciendo de payaso entretenido para que lo acepten en la Homofobia Cultural, actuando la sensualidad caribeña, utilizando la iconografía de la cultura popular con sus múltiples componentes kitsch. Esos son los elementos que conforman la estética del teatro de resistencia homosexual, en los campos de concentración de la UMAP. 

Los Umaps de los campos para homosexuales eran muy complejos, porque estaban formados por grupos de distinto nivel social, educativo y geográfico. Aunque todos estaban a medias, entre el mundo moribundo de la Cuba Republicana en la que crecieron. Y la juventud cuando comenzó el Nuevo Orden implantado por los comunistas. Hay algunas investigaciones y testimonios, sobre la oculta comunidad homosexual en La Habana desde los años 30 la cual alcanzó sus sitios de difusión y centros de cultura popular en los años 50, con una red de bares, espectáculos de travestís en los cabarets capitalinos, en la presencia travestida en las congas de los carnavales, cines de sexo y hasta prostíbulos de hombres. La comunidad de “las locas” contaba con el mayor número de afros y mestizos. Y estaba relegada al margen de la comunidad homosexual de la clase media blanca y el mundo intelectual habanero. Eran realmente “La sal de la tierra”. Venían de los pueblos de las provincias, los suburbios habaneros, y de los grandes creadores de la cubanidad popular: los enclaves habitacionales de los solares, la santería y la cultura carcelaria. Donde creaban sus maneras, valores y una subcultura propia. Tenían también una característica muy generalizada en las migraciones internas. Salían huyendo de las condiciones sociales y la Homofobia Cultural en los pueblos de provincia, para converger en la tierra prometida de La Habana. Donde relegados a la explotación y la exclusión social, subsistían en trabajos de limpieza, como criados, y cuidando los prostíbulos. Otros se especializaban en los llamados oficios de maricones: peluqueros, costureros, maquillistas, bailarines de cabaret y trasvestis. También eran santeros y babalawos muy famosos que vivían de la práctica religiosa. Un grupo pequeño vivía de la prostitución que existía en los bares de los muelles habaneros. El segundo grupo distintivo, eran los profesionales blancos de la clase media urbana: educadores, profesionales de todo tipo, procedentes de familias acomodadas y burguesas. El tercero fueron los artistas –surgidos en los primeros años de la efervescencia cultural revolucionaria–, y que provenían de la literatura, el ballet, la danza, el teatro, la música, la pintura, etcétera.

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El primer llamado fue apresurado y desorganizado: la zafra azucarera comenzaba en noviembre. Razón por la cual, los homosexuales formaron parte de los improvisados campamentos mixtos, hasta que los métodos se fueron perfeccionando y se reunieron los dossier procedentes del Estado Mayor para confeccionar las listas. Pero quedaba por encontrar a los tapiñados no afeminados ni señalados. Así que los moralistas revolucionarios, que querían erradicar el homosexualismo, como el fin justifica a los medios, organizaron las cacerías entre los cazados, creando un grupo de delatores, con mano abierta para ser bugarrones y denunciarlos. Entonces se procedió a la limpieza, enviándolos a los campos solo para homosexuales que ya estaban listos. Siempre en la lejanía del campo, ocultos entre los cañaverales, apartados de las carreteras, los caseríos y pueblos, aunque en torno a los centrales azucareros, a los que debían aportar la mano de trabajo esclavo. Vadeando las trampas de la memoria, recuerdo del grupo de pintores que aunaba la profesora y pintora Loló Soldevilla, a Jaime Bellechasse y Benjamín de la Torre. De la Escuela de San Alejandro, Justo Pérez, Manolo Villar y José Lorenzo. Los actores Rafael De Palet, Jorge Ronet, Amalio Villalba… El bailarín Héctor Aldao… El director teatral Armando Suárez del Villar… Los escritores José Mario, Jesucristo Castro, Nelson Rodríguez… El engendro de la UMAP se utilizó en Cuba, como una solución social para erradicar el homosexualismo y un recurso económico. Pero también fue un método político represivo contra la disidencia intelectual. Por eso a figuras públicamente homosexuales, pero leales al Sistema, no los tocaron. El escritor Miguel Barnet, el director teatral Vicente Revuelta, el dramaturgo Abelardo Estorino y su amante el pintor Raúl Martínez, el pintor Portocarrero y su amante José Milián, el pintor Servando Cabrera Moreno, el compositor Héctor Ángulo, el kapo del cine nacional Alfredo Guevara, el director de cine Humberto Solás… En sus comienzos, la marcada separación entre estos grupos dio pie a enfrentamientos. El primer grupo que se llamaban a sí mismos “las públicas”, despreciaban, se burlaban y aislaban a los del segundo grupo que llamaban “las finas”, y a los del tercer grupo “las cultas”. “Las finas” rechazaban a ”las públicas” con un marcado racismo, por su bajo nivel educacional, sus comportamientos y las hiper exageradas maneras femeninas. Y a la vez desconfiaban de los artistas, a los que llamaban “los rosados” por sus ideas liberales revolucionarias. Precisamente por estas, los artistas, se identificaban más con “las públicas” a los llamaban “las hermanas pobres”. Lentamente eso fue desapareciendo, gracias a la interrelación humana, la necesidad de sobrevivir a la brutalidad diaria, ayudarse para manejar la represión y con diversas tácticas practicas vencer a los represores. En el plano espiritual, todos contribuyeron a que las manifestaciones artísticas –cultas y populares– formaran parte del devenir diario. “Hasta que nos maten o los cansamos”…

Arte y cultura popular como resistencia en las UMAP

Desconozco si se ha hecho algún estudio desde el lado sociológico y psicológico de cómo el Sistema Comunista Caribeño acabó con la manera de ser del cubano, destruyó el entramado nacional de sus costumbres, sus éticas y comportamientos. Que explique cómo aquel pueblo –sin idealizarlo– que tenía una identidad nacional, era jovial, estructurado en la familia y la vida comunitaria… Pasó a ser una masa bailando por las calles y pidiendo la muerte por paredón para los que fueron sus amigos, se integró a los Comités de Defensa para delatar hasta a su familia, y con tal de sobrevivir y llegar lo más arriba posible, apedreó, le tiró huevos y apaleó a sus vecinos, cuando el Éxodo del Mariel. En una podredumbre que continúa hasta ahora. En el mini mundo de las UMAP, eso pronto fue evidente, como la Peste nadie fue indemne. Los comportamientos, el carácter y las personalidades, se transformaron por completo. Las victimas pasaban a ser parte de los victimarios. Otros pagaban el precio por no envilecerse. Para el resto quedaba una solución. Contraponer a la horrible realidad otra propia que les permitiera pasar de una a otra con una ordenada enajenación. 

En medio del brutal trabajo de la caña y la agricultura: de las 4:30 A.M a las 5 P.M. –y hasta que se cumpliera con la cuota laboral–, las condiciones insalubres –piojos, chinches, pulgas, sarna, diarreas–. Las torturas, suicidios, depresiones, locuras, hambre, desnutrición, las humillaciones, la falta de cuidado médico y el inseguro futuro: “De aquí no sale nadie”, “El comandante botó la llave”. 

La necesidad de buscar formas de escapismo fue un urgente imperativo para sobrevivir. 

Las primeras manifestaciones fueron “Contar la película”. Una forma de entretenimiento traída de las cárceles magistralmente plasmada en la novela “El beso de la mujer araña” de Manuel Puig. Estas narraciones verbales fueron convirtiéndose en largos monólogos, donde el que contaba se desdoblaba en tres niveles: a) Los personajes. b) Narrador de la acción, su escenario, y musicalizador. b) Comentarista “desde afuera” que criticaba o ensalzaba el comportamiento de los personajes, y enfatizaba la moraleja de la historia. Pronto aunar en una misma narración a diversos “conocedores” de las películas, dio lugar a representaciones donde se repetían e improvisaban sus diálogos. Estas películas provenían de la Época de Oro del cine mexicano de los 40-50, tan populares en Cuba, algunas del cine melodramático argentino de la misma época, y del cine español tenían mucho éxito las películas de zarzuelas y las de los cuplé de Sarita Montiel. Muy en raras ocasiones el cine norteamericano con “Casablanca” y “Jezabel” de Bette Davies, aunque sí algunas de cowboy, de soldados de la Segunda Guerra Mundial y las de gánsters. Otra forma marcadamente subversiva de teatralidad, era la mofa ejecutada muy seriamente de las “bodas”, copiadas al calco del mundo heterosexual, no faltando los más veraces atributos del vestuario de la “novia”, el “novio”, “damas”, “invitados”, el sacerdote, músicos interpretando la “Marcha Nupcial” y el cantante del “Ave María”, además del entorno de adornos con flores silvestres, cortinas, buffet con la comida enlatada que se daba en el campamento, alcohol de la enfermería con melado o azúcar, licores de frutas fermentadas o el aguardiente de caña de los alambiques clandestinos, culminando con el “viaje de luna de miel” a un supuesto país, con cuyo nombre se bautizaba a la “torre” –las camas una encima de la otra–. Esto fue muchos años antes -y en el mundo aislado de la isla estalinista- de la parodia del mundo heterosexual que hizo famosa la película norteamericana “Paris is burning” en los ochentas creando la moda “Vogue” imitada por Madonna, donde en New York las llamadas “escuelas” competían recreando y compitiendo con esas imitaciones. También la “hiper mariconería” se utilizaba como un elemento teatral, que alcanzaba al lenguaje con el uso femenino de “la”, “ella”, “esa”, “niña”, “querida”, los gestos exagerados, que creaban unos personajes desmedidos y pocos reales, que pasaron a formar parte de la resistencia, mostrándolos a los soldados para retarlos y burlarse, a lo que no pocas veces respondían con golpes y castigos. 

En los campos los Umaps perdían la identidad, al ser deshumanizados sustituyéndolos por un número al que debían responder y obedecer. Su respuesta era la subversiva otroridad del “nombre de campamento”, pseudónimos copiados de las actrices, cantantes y rumberas de las películas mexicanas y la televisión cubana. A los que adicionaba el número del campamento: “Rosita Fornés la 66” “María Félix el 2” “Toña la Negra el 7”… Convirtiéndolo en un travestismo teatral, que como las muñecas rusas se escondían unas dentro de otras, pues además de imitarlas a la perfección, se adueñaban de sus personalidades, llegando a ser las Otras durante las veinticuatro horas y teniendo la “exclusividad” para interpretarlas. Lo que daba lugar a festivales de “competiciones”, donde se adjudicaban premios a la mejor representación. Pues a veces tras los traslados, coincidían en un mismo campamento dos “Ninón Sevilla”, tres “Tongolele” y hasta cuatro “María Antonieta Pons”. Lo que fue el preludio para los “shows” de cabaré. Que llegaron a ser la forma más perfecta y rebuscada del entretenimiento en los campamentos. 

Copiados del nocturno mundo habanero, los menos eran los que imitaban a los refinados cabarés, como Tropicana, Sans Souci, Montmartre, donde se entretenían las clases pudientes y mayormente blancas. Prefiriendo aquellos que eran los bastiones de la cultura popular y el kitsch. Como los pintorescos de la playa de Marianao: El Chori, El Niche, La Taberna de Pedro. Y entre los capitalinos el Rumba Palace, Las Vegas, el Sierra. Y de la televisión El Cabaré Regalías. De México los cabarets de rumberas como Los Globos, el Quinto Patio y los timbiriches tropicales de Veracruz. Los más elaborados eran preparados con meses de antelación. Y sirvieron para la integración de los artistas profesionales, como guionistas, coreógrafos, diseñadores, directores musicales y a veces de intérpretes. Copiando la tradición de La Cruz de Mayo, las Charangas de Bejucal y los carnavales, donde distintos barrios, agrupaciones y congas competían entre ellos. Estaban cada vez a cargo de diversos grupos, que trataban de superar a las “producciones” de los grupos rivales y entre las Divas.

Se puede medir la importancia que esto tenía, pues era una actividad paralela al agotador horario de trabajo, el esfuerzo pese al hambre siempre presente, el temor de que por una delación irrumpiera la guarnición con sus golpes. Se ensayaba entre los surcos de la caña durante la hora del descanso, en las duchas, en las camas, se confeccionaban los vestuarios escondidos debajo de los mosquiteros. O de madrugada cuando todos dormían. Apegados fielmente a la estructura del cabaret, contaban con un oppening, cantantes, vedettes rumberas, el declamador, bailarines, el coro de las modelos, el artista internacional invitado y el gran final. Básicamente compuestos en su totalidad con música cubana, algún tango o una mexicanada–tomados de los programas radiales–. Los más grandes se solían hacer para celebrar las fiestas nacionales como el 20 de mayo la fecha patricia, el fin de la zafra azucarera, la Nochebuena y el Año Nuevo. 

Y aunque eran reprimidos físicamente y con castigos, a veces lograban burlar el cerco de los espías y los soldados, disfrazándolos como “actos culturales”. Con una ironía que se les escapaba a estos, para celebrar el “26 de julio” o “El aniversario de la revolución”. ¡La misma que los quería exterminar! También se celebraban “rumbas de cajón”, “cumpleaños”, “toques de Santo”, sobre todo el 6 y el 7 de septiembre los días de la Virgen de la Caridad y la Virgen de Regla, las más famosas en el santoral católico nacional con grandes adeptos entre los homosexuales, en sus manifestaciones transculturales de Ochún y Yemayá en la Santería. Solían celebrarse los viernes o sábados pues al otro día no había trabajo y siempre después de la cena entre las 8 P.M. y el recuento a las 10 P.M. Y durante El Tiempo Muerto en que recesaba la zafra azucarera. 

En algunas unidades se organizaban carnavales que coincidían con los de La Habana. Y en una unidad en Chambas, existía una escuela de ballet dirigida por bailarines de cabarets y dos integrantes expulsados del Ballet Nacional bajo la guía de Alicia Alonso. Allí se montó en función de relajo “El Lago de los Patos” y “Gisela en Camagüey” –décadas antes del famoso “Ballet Trocadero” de travestidos–.

Tratando de mejorar el nivel cultural, los escritores “cultos” organizaron lecturas de poetas, que devinieron en “noches de declamaciones”, donde el modelo actoral a seguir era Luis Carbonell, uno de los iconos gais de la Cuba republicana. De las cárceles se trajeron los libros de poemas que eran muy preciados, las libretas donde se copiaban y hojas de periódicos y revistas donde los publicaban. Además de que en las estaciones de trenes había vendedores de segunda mano o se traían de los pases. Aunque Lorca logró adeptos, el kitsch de Amado Nervo, José Ángel Buesa y Alfonsina Storni, proveyó los modelos a seguir entre los que comenzaron a escribir poesía y por la influencia campesina se usaban mucho las décimas. De esto surgió otro elemento de la cultura carcelaria: el escribano de poemas y cartas de amor –previo pago en dinero o mercancías–. 

Las lecturas y las lecturas representadas o comentadas, se nutrían de unas viejas Selecciones del Reader’s Digest, y de las que eran un verdadero tesoro que se intercambiaba o pagaba muy bien: las novelas rosas –donde Corín Tellado era la reina absoluta–. También se recrearon famosas telenovelas, como “El derecho de nacer”, “Soraya”, “Estrellita” y programas radiales como “La novela del aire”. Y se escribieron y representaron pequeños textos en el estilo del teatro bufo, basados en los “juguetes cómicos” de las carpas populares, los sketches del “Noticiero Nacional” de Manolo Alonso –representados por los comediantes Garrido y Piñero–, y de “La pequeña corte” de los famosos Pototo y Filomeno. También en la mejor tradición del choteo sainetero, se representaron unos hilarantes “Desfile de Modas de la UMAP” y parodias del programa televisivo de cocina de Nitza Villapol, la que en pleno racionamiento hacía malabarismos para ocultarlo. A estos la sorna los convirtió en recetas de “sueños de carne asada a la parrilla”, “tortilla de cascara de huevos”, “sopa de hojas de malanga”, “pelos de vaca en salsa”. Recuerdo uno escrito y actuado por Jorge Ronet, que era una joya de Eugene Ionesco: cómo hacer para que un boniato durara todo un mes para comerlo. Cocinando la tierra donde se sembró, las piedras, las lombrices, los insectos, la hierba alrededor, la raíz, la cascara, la sopa del agua donde se hirvió y tragar su humo: que literalmente hizo a todos orinarse de la risa –algunos reconstruidos los incluí en “El loco juego de las Locas”–. También se hicieron mini versiones de obras teatrales como “Sayonara” y “Romeo y Julieto”, sátiras alusivas a la vida del campamento y ridiculizando a los verdugos militares. 

Otra forma teatral era la representación de la obligada “Instrucción Política” donde se estudiaban los textos revolucionarios, el marxismo–leninismo, las noticias de la prensa oficial, y por supuesto: los discursos del Supremo. Y digo teatral, porque la lectura pronto se convirtió en una forma de actuación, donde el tono burlón, la imitación del dirigente revolucionario y el lenguaje corporal, se entremezclaban con la aparente lectura inofensiva. Creando una segunda realidad, donde se enviaban mensajes subliminales que todos comprendían, creando una gran comedia de apariencias bajo las mismas narices de los komisarios políticos. Juana Picadillo creó todo un estilo leyendo los discursos del Supremo dotándolos de un lenguaje corporal tan exageradamente afeminado, que el contraste con el mensaje dictatorial y guerrerista, era tan kafkiano que lograba un distanciamiento cómico y surreal.

Por el refinamiento que fueron adquiriendo y siguiendo toda una técnica, también eran escenificaciones teatrales el fingir las enfermedades –buscando unos días de descanso cuando no se quería recurrir a las automutilaciones–. Y el más complejo: fingir locuras buscando el licenciamiento. Estas escenificaciones se preparaban, ensayaban y analizaban, con la ayuda de un grupo de expertos y con absoluta meticulosidad, perfección y apego a los síntomas –incluyendo el poder comer tierra o excrementos–. Yo no creo que ningún grupo tenga la autoría del dolor, ni el salvajismo tenga gradaciones menores y mayores. Pero siempre he sostenido, que dentro de la UMAP se crearon métodos especialmente diseñados para dos grupos. Los Testigos de Jehová: que hasta el día de mi muerte se han ganado mi respeto incondicional –y a los que les debo haber visto el poder inquebrantable del espíritu humano–. Y los homosexuales –demostrándome que el desparpajo es la mejor arma contra la seriedad de los verdugos–.

En 1964 como preludio de la UMAP, se celebró en La Habana un Congreso de psicología marxista, donde se presentaron ponencias condenando el homosexualismo y proponiendo curas, que iban desde los electroshocks hasta tratamientos de reconversión sexual, utilizando las teorías de los reflejos condicionados del ruso Iván Pávlov. Cuando finalizó el Congreso, se quedaron en La Habana un grupo de la Universidad Carolingia de Praga, psicólogos comunistas italianos, mexicanos, argentinos, y rusos, que se unieron a los miembros cubanos del Departamento de Psicología de la Academia de Ciencias, el Departamento de Sanidad Mental del Ministerio de Salud Pública y la Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana. Entre todos crearon unos experimentos de choques a base de insulina, vomitivos y electroshocks, mientras se miraban fotos de hombres desnudos y actos homosexuales: para crearle a los individuos un rechazo interno. Después, en un ambiente relajado, con música, proporcionándoles sándwiches, dulces, café y cigarros, se les mostraban mujeres desnudas y actos sexuales heterosexuales, Junto con largas sesiones de terapia, fiscalizadas por grupos de psicólogos, sexólogos y psiquiatras. Para esto se escogía a los de aspecto más viril y que evidenciaran menos predisposición femenina, acumulando los puntos para ser curados.

Pronto estuvo más que claro qué tipo de “representación masculina” se buscaba, y que con el progreso de los tratamientos se acortaban las sesiones. Se comenzó el travestismo de personificar al Macho. Montando y ensayando su expresión corporal, los tonos de voz, los gestos, lo sincero de su deseo de curarse para montarse en el carro de la revolución. Finalmente representado ante un grupo, para su visto bueno, la crítica, las correcciones y el sello de veracidad. Todas estas manifestaciones de resistencia, podían ser penalizadas como ofensa militar, contrarrevolución, delitos contra la Propiedad del Estado y Contra la economía de la Nación, la supresión del pase y las visitas familiares, ser enviados a la Seguridad del Estado, juzgados en los Tribunales Populares –al término del “servicio militar” cumplirían la condena–. Sufrir las sádicas torturas como “El Palo”, “El Trapecio”, “El Ladrillo”, “La Soga”, “El Hoyo”. Ser internados en las temibles mini celdas de castigo, llamadas ”Vietnamitas” o “Cajas de fósforos. 

Pero adueñándome de las palabras de Carlitos Marx: Solo había que perder las cadenas. Estos recursos eran un arma de desgaste de las víctimas, en perpetuo juego para vencer a los verdugos. Y nada provocaba una mayor impotencia histérica entre los oficiales, que pese a las torturas y los castigos, las manifestaciones artísticas continuaran. ¿Cómo era posible, que con una elaborada red de informantes, las constantes requisas, el cateo diario… no faltaran los vestidos de novias, las bikinis de las rumberas, los vestidos de las vedettes, y las escenografías. Estas últimas eran producto de otra manifestación teatral: la conversión de la barraca en el Gran Teatro del Mundo. 

Contra el militarismo se opuso la fantasía, la necesidad de embellecer el entorno y hacer la vida más duradera. Mirando hacia atrás a un lejano y perdido hogar idílico –que intuyéndolo perdido para siempre cobraba otra vida–, el entorno se representó como el ”Hogar Dulce Hogar”. Se adornaron las torres [literas] con cortinas domésticas, se bordaron las sabanas, les pegaron fotos de artistas recortadas de las revistas, los dibujos que se hacían, las botellas se tornaron floreros con flores de papel, se hacían cojines bordados, y alfombras. Las camas se convirtieron en carrozas representativas, los nidos de los matrimonios, los espejos de la ideal vida burguesa, donde solo faltaban los productos General Electric y la cocina para tener lista la cena cuando Él regresara: “¡Honey, I’am Home!” 

Para crear estos mundos se utilizaron los materiales al alcance. Los mosquiteros, las sabanas, las toallas y sus hilos, las gasas de las vendas médicas, los blancos sacos de harina, los sacos de yute del azúcar que coloreaban, con violeta genciana, mercurio cromo, azul de metileno, bijol, borra de café, tierra, cal, óxido de hierro y cobre, zumos vegetales. Deshilados y tejidos con la técnica del macramé. A estos les cosían, les pegaban con cola de carpintero, pegamento de zapatero, o almidón, los pedazos de espejos o ralladuras de sus azogues, el cristal triturado de las botellas de colores. Lo que faltaba se compraba en la bolsa negra, se robaba de la enfermería, de los almacenes de la cocina, o se sacaba de los materiales encontrados en el campo, y que se metían en el campamento con ingeniosas maneras.

Las sogas deshilachadas, los traperos de la limpieza, los deshollinadores: que se teñían para hacer pelucas y ristras de flecos. El caqui de los pantalones militares verde olivo y las camisas de mezclilla azul, se desteñían con lejía, cal viva, la potasa de los jabones amarillos, se hervían con fertilizantes de fosfatos. Las gorras militares y los sombreros tejidos de las fibras del yarey de las palmas, se transformaban en sombreros cabareteros con ayuda del celofán, el nylon, los papeles de china y las envolturas metálicas de los dulces, las plumas de aves encontradas en el campo, las hojas secas de la hermosa yagruma, el algodón de las ceibas. También se hacían manillas de flores silvestres. Los collares y adornos de semillas del campo como la Santa Juana –que por ser blancas podían teñirse y usarse como aplicaciones adornando los vestidos–, los mates, las peonías, los ojos de buey; agujereados con clavos al rojo. 

El maquillaje se negociaba en la bolsa negra por los útiles del campamento; toallas, sabanas, latas de comida rusa, etcétera. Se compraba a los familiares que venían de visita, los traían los internados del pase, se compraban a sobreprecio en las Tiendas del Pueblo de los pueblecitos cercanos, y se trocaba con los campesinos de los alrededores. También se recurría a los elementos presentes. Un ladrillo molido proveía polvos de distintos tonos –desde naranjas a colorados–, que al igual que las tierras y las arcillas se podían ligar con aceite creando una pasta, el talco ligado con mercurio cromo servía de colorete para los pómulos, los jugos de algunas flores silvestres servían como pintalabios, para las pestañas se mezclaban el hollín de las velas y del fondo de las cazuelas, ligándolos con sebo o manteca, y el betún de zapatos. Las sombras para los parpados se sacaban del óxido verde del cobre, raspando los espejos y las limallas de los machetes al ser afilados, aplicándolos ligados con grasa. Los rostros de geishas de “Sayonara” se lograron con loción de calamina y polvos de zinc. El respaldo musical se apoyaba básicamente en la percusión: tocando cajas de madera, bidones de petróleo, latas de aceite o manteca, golpeando las guatacas –los azadones–, las cucharas, las quijadas de vaca encontradas en el campo, las maracas hechas con latas de comida o güiros secos rellenos de piedritas, algún cencerro abandonado en el camino, claves hechas de palos de escoba, un coro de palmadas y, por supuesto, la voz humana. 

Las barracas variaban en cada campamento. Algunas habían sido vaquerías de elementos de cemento prefabricado y otras eran de madera –con o sin ventanas–, con una sola puerta de entrada dando al polígono central, los techos de las infernales planchas de zinc: que de día alcanzaban más de cien grados [Fahrenheit] de calor y por la noche sudaban por el frío de la campiña cubana. 

Según las posibilidades de cada campamento y la presencia de directores e intérpretes, podía variar la sofisticación de los espectáculos. Cuando se podía, al fondo se ponía, de pared a pared, una soga con sabanas o sacos de yute cosidos, que hacían de telón, convirtiéndose las torres cercanas en los camerinos. La escenografía se lograba con los arreglos de plantas y flores silvestres, cartones o telas pintadas. A un lado del telón se colocaban los músicos y en el pasillo se congregaba el público. En las puertas y ventanas se colocaban los vigilantes listos a dar la voz: “¡Los guardias!” o “¡Requisa”. Pero poco a poco el desgaste lo fue descomponiendo todo, y con tal de tener a los Umaps tranquilos para que cumplieran con la cuota de trabajo, se relajó la actitud ante los shows, siempre pendiente de los testículos en turno. 

Pidiéndole prestado el término a la izquierda militante. Este “teatro de los oprimidos”, fue una eficaz forma de mantener la sanidad psicológica, balanceó el desespero, ayudó en la espera de lo desconocido y suavizó la monotonía codificada de los campamentos. Si pasamos por alto los elementos sui generis de la realidad cubana, veremos que son las mismas manifestaciones que han aflorado en cualquier época y pueblos, donde el ser humano ha sido sometido a la salvajada de que somos capaces unos contra otros, justificándolas en nombre de la política, la religión, la moral, la patria, o lo que se ocurra. Aunque se siga ahondando en la historia de la UMAP, realmente continuarán escapando al entendimiento de todo tipo, las mismas preguntas que se han hecho en el Gulag o Auschwitz. ¿CÓMO NOS CONVERTIMOS EN ESTO? ¿POR QUÉ…?

Nueva York, 20 de agosto, 2008 Ampliado con nuevas investigaciones hasta el 10 de mayo, 2019 / Blog de la Academia de la Historia Cuba en el exilio