Los dibujos tienen un cierto aura autobiográfica. En ocasiones, parece que reconocemos ciertas características de la fisonomía de Ana Albertina transfiguradas en la de un adolescente, mientras que en otros momentos nos sorprendemos y nos asombramos al descubrirnos a nosotros mismos bajo la piel delineada en el dibujo. Sensualidad, ambigüedad, deseo, quimeras, prejuicios y anhelos a los que accedemos a través de una puerta entreabierta, una flor, un sombrero, un perro azul; En nuestro afán por convertirnos en voyeurs, difícilmente podemos ir más allá de lo que vemos, mientras que queda un largo camino por recorrer, atado a nuestra imaginación, nuestros miedos y nuestros deseos. Para seguir leyendo…
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