¿Qué sería de nosotros si Lilliam Moro, con esas manos “qué poco han aprendido a retener/ en tantos años”, no nos dejara frente a nuestra puerta esta obra poética casi completa, para confortarnos en la hondura de las noches, en la soledad del día? ¿Cómo agradecerle que se haya sobrepuesto a tantos eventos , que no corroboraremos más que con su decir: sus “pequeñas desgracias, varios intentos de suicidio/ y un mal alcohólico” y haya seguido entregándonos sus palabras, “las traspasadas voces”? Para seguir leyendo…
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